viernes, 16 de febrero de 2007

El futuro del modelo educativo en España

La Contra

El futuro del modelo educativo en España

LA PUERTA


Las palabras dicen más de lo que significan. Y es preocupante la vergonzosa sustitución de ´maestro´ por eufemismos tecnocráticos como ´enseñante´ o ´profesional educativo´. Por eso reconforta oír a Borghesi reivindicar al maestro. Ser maestro es convertir el conocimiento en experiencia y la información en vida compartida con el alumno. Allá donde se produce este milagro que nos transforma en personas, allá hay una escuela. Si encima tiene muchos ordenadores por alumno, pues mejor, pero no es la informática sino los humanos quienes educamos y nos educamos. Borghesi proclama verdades muy viejas, pero resulta alarmante que hoy nos suenen tan nuevas. Y la educación es la puerta de todos los derechos humanos... Y de todas las responsabilidades


MASSIMO BORGHESI, FILÓSOFO Y PEDAGOGO
"La escuela de hoy ha matado al maestro"
Tengo 52 años: la edad te vuelve cínico si no la conviertes en madura e ilusionada aceptación de la vida. Nací en San Sepolcro, como Piero della Francesca. Soy cristiano y humanista. Casado, tres hijos. Soy de izquierdas en lo social y de centro en lo demás. Publico El sujeto ausente: el maestro debe volver a ser el sujeto de nuestra educación
LLUÍS AMIGUET - 16/12/2005


- La escuela hoy fracasa, porque falta el maestro.

- Creo que no están de huelga...

- Me refiero a la figura del maestro, que es el sujeto de la educación. El maestro convierte el conocimiento en vida: en experiencia directa. Si el maestro no transforma los contenidos en vivencias que el alumno ve reflejadas en las suyas, educar se convierte en algo...

- ¿Aburridísimo?

- Es mera repetición de fríos contenidos acumulados por discutibles criterios programáticos. Y eso es lo que ha hecho hoy nuestra educación: ha matado al maestro y está a punto de matar a los alumnos de puro aburrimiento y desmotivación.

- Los enseñantes deberían cobrar más.

- El maestro, que ni siquiera se llama ya maestro, se ha transformado en un técnico, un mecánico de la información. Y, en consecuencia, la sociedad lo trata como tal: le regatea el sueldo y la consideración social y lo margina del discurso público.

- Quejarse, los profesores, se quejan.

- Sí, pero, en general y salvo excepciones dignísimas, el maestro ha acabado asumiendo ese papel de autómata. Nuestra escuela, nuestra universidad ya no pretenden formar, sino simplemente informar y hasta en eso fracasa, porque educarse no es acumular conocimientos, sino discriminarlos: distinguir entre lo importante y lo relativo. Sin esa distinción, los alumnos se pierden en un magma caótico de datos.

- Habrá países mejores que otros.

- Hay paraísos como Finlandia. Pero es un problema europeo: Francia, Italia, Reino Unido o España sufren el mismo mal.

- ¿Por qué?

- Porque, de los años 60 a esta parte, ha naufragado la concepción humanista del universo que alumbró la civilización occidental en un desconcertante relativismo cultural.

- ¿Puede ser más concreto?

- George Steiner, Harold Bloom o aquí Fernando Savater han denunciado antes que yo esa dimisión del ser humano ante la tecnocracia, ante el caos y la nada reglamentada.

- ¿Más específico?

- El conocimiento es el diálogo de un ser humano con quienes lo son y fueron en otros lugares y en otros momentos de nuestra historia como especie. Sin ese diálogo, que convierte los datos en experiencia, los seres humanos de otras culturas y otras épocas son eso: pasado y lejanía. Sin ese diálogo ellos están muertos y nosotros huérfanos, perdidos.

- ¿Y ahora no dialogamos?

- Hoy acumulamos datos sobre el pasado y el mundo creyendo que eso es la cultura, creemos que la educación es asimilar un enciclopedismo banal e inerte. Si nuestra educación no hace sentir a un estudiante el amor que sintió Dante y revivirlo en su amor de hoy por alguien... entonces: ¿Qué sentido tiene Dante? ¡Dante sin vivirlo es un cadáver!

- Para hablar con Dante y que te entienda un alumno hace falta carisma.

- Debe intentarlo, porque si no, el ser humano se disuelve en un magma de ideas sin jerarquía ni sujeto. ¡Nos faltan maestros! Ellos deben conectar lo que sienten sus alumnos con lo que sintió y escribió Dante, lo que ingenió Cervantes y fascinó a Shakespeare.

- Para eso hay que leer.

- Sin maestro, los alumnos no leen. En lugar de dialogar con Dante, en lugar de hablar de su amor con otros seres humanos que lo escribieron y lo vivieron en otras épocas y otros países, acaban contrastando sus sentimientos con los programas rosas de la peor televisión. Por eso, sin maestros, tendremos ciudadanos a la altura de esos programas basura, condenados a una existencia banal sin profundidad ni sentido. Seres manipulables.

- También hay intentos de regeneración.

- Las reacciones oficiales se limitan a encerrar al alumno en una cultura nacional, pese a que la educación es universal por definición: las administraciones ofrecen al estudiante una única identidad nacional, la que interesa a los políticos, para dar sentido a ese caos de datos sin sentido.

- Por lo menos que conozcan su país.

- Una vez ha dimitido de su labor de formar y ha fracasado al informar, nuestra educación, impotente para dar y exigir al alumno un sentido ético de su vida que le sirva en todas las situaciones, le imparte cursillitos de educación vial o sobre drogas: ¡Qué mejor educación para las drogas o de la sexualidad que tener criterio formado de persona madura y responsable! ¿Lo ve? Damos información sin dotarla de sentido. Los estudiantes necesitan auténticos maestros y no cursillos.

- Por lo menos, que sepan las señales.

- Enséñeles a pensar y ellos aprenderán a ser ciudadanos. Esos cursillos de todo tipo de conocimientos prácticos, como la obsesión tecnológica, denotan que nuestra enseñanza ha enterrado primero al maestro y después al ser humano. Sobre la tumba se ha impuesto una tecnocracia neutral educativa.

- Mal pagada.

- Es la consecuencia de la renuncia a ser maestro de los enseñantes. El maestro hoy es un pequeño robot que comercializa a bajo precio lo que se supone que sabe.

- Por eso es sustituible por el ordenador.

- Esa es la última fantasía tecnocrática: ¡Ya no necesitaremos maestros en las aulas! ¡Pondremos ordenadores!

- No dé usted ideas.

- ¡Qué gran fracaso! ¿Cómo puede un ordenador encarnar y revivir los sentimientos y las decisiones de una vida? Me temo que andamos muy perdidos, pero no desespero porque basta un buen maestro, un puñado de ellos, para disipar el nihilismo y el caos y dar al futuro sentido y humanidad.


Ser maestro es convertir el conocimiento en experiencia y la información en vida compartida con el alumno.

Las palabras dicen más de lo que significan… hasta las puedes sentir.

… nuestra educación, impotente para dar y exigir al alumno un sentido ético de su vida que le sirva en todas las situaciones…

Yo en este punto diría nuestra sociedad se muestra impotente. La educación es el reflejo de la sociedad y nuestra sociedad es eminentemente competitiva. Tanto es así que al ser competitivo, legado por la actividad empresarial en la que lo que cuentan son los resultados, se le reservan los mayores éxitos. Ello no tendría mayor importancia si no se considerará la competitividad como opuesta a la cooperación, de igual modo que el interés individual se muestra contrapuesto a los intereses comunes, de la comunidad.

En medio de tanta confusión las nuevas tecnologías aportan instrumentos válidos para tratar y almacenar grandes cantidades de información y desarrollar capacidades específicas, pero no solucionan el problema de dar un sentido ético a las vidas de nuestros jóvenes para que sean capaces de distinguir la fundamental de lo accesorio. La inteligencia emocional nada tiene que ver con la artificial.

¡Nos faltan maestros! Ellos deben conectar lo que sienten sus alumnos con lo que sintió y escribió Dante, lo que ingenió Cervantes y fascinó a Shakespeare.

La buena enseñanza tiene que ver tanto con la pasión como con la razón. Consiste en tener sensibilidad y flexibilidad, en saber escuchar y valorar las diferencias de cada uno de nuestros estudiantes. Tiene que ver con los matices, el humor, la alegría de vivir, la belleza, la constancia, el esfuerzo, la superación…

Me temo que andamos muy perdidos, pero no desespero porque basta un buen maestro, un puñado de ellos, para disipar el nihilismo y el caos y dar al futuro sentido y humanidad.

Marin Hontoria

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