sábado, 10 de noviembre de 2007

¿Quien quiere ser profesor?

Mientras no se produzca un profundo cambio en las asignaturas, los profesores seguirán enfrentando aulas repletas de niños desmotivados que esperan por ansiedad a que termine la clase para salir a jugar.

Escrito por Javier Martínez

La última semana de septiembre tuve la suerte de asistir a la magnífica conferencia "El lenguaje de la Innovación" impartida por José Luís Larrea, Presidente de Ibermática, una de las principales empresas españolas de Tecnología y Conocimiento, como le gusta denominarse. Que el principal ejecutivo de una empresa de TICs (que años atrás fue Consejero de Economía y Hacienda del Gobierno Vasco), hable apasionadamente durante 1:30 horas de Innovación y de Conocimiento sin dedicar un solo minuto a la tecnología, el mercado o los beneficios, demuestra que todavía hay esperanza y no todo está perdido. Hay 3 cosas que señaló José Luís muy apropiadas para esta columna:

La primera es que para innovar, hay que ver la vida "con los ojos de un niño". La segunda es que uno de sus objetivos es que todos los gerentes de su empresa hagan clase en la universidad ya que la mejor manera de aprender es cuando tienes que enseñar a otros. La tercera es que el juego es una magnífica forma de aprender porque en un corto espacio de tiempo permite condensar muchas de las experiencias (muchas de ellas irracionales) que ocurren en la dinámica habitual de una empresa y extraer valiosísimas conclusiones. De hecho narró con entusiasmo la gran cantidad de enseñanzas que se pueden extraer observando a un equipo de baloncesto. Precisamente, durante muchos años, yo jugué a baloncesto de forma más o menos seria y siempre he reconocido todas las competencias que aprendí sobre la cancha que ni el colegio ni la universidad fueron capaces de enseñarme: Trabajo en equipo, liderazgo (sobre todo si eres entrenador), comunicación, resolución de problemas y conflictos, toma de decisiones, estrategia, perseverancia, motivación, compromiso, manejo de la frustración… ¿Cómo aborda el colegio o la universidad estas competencias? ¿Podría un profesor enseñármelas?

Todo esto me lleva a reflexionar sobre qué ocurre para que los adultos deseen volver a mirar la vida como los niños o para que quieran jugar en lugar de tomarse la vida tan en serio. ¿Qué pasa con la Educación? ¿Qué podemos aprender de los niños? ¿Qué sucede en el colegio para que el niño pierda cosas tan valiosas? Y en concreto ¿Qué influencia tienen los profesores en este proceso? La vida no es sueño, como decía Calderón de la Barca, la vida es juego.

Desde que nacemos hasta que entramos al colegio, el juego se convierte en nuestra principal y casi única estrategia de aprendizaje, en la manera a través de la que vamos aprendiendo habilidades y competencias de alta complejidad como andar, hablar o leer. Sin embargo llega el colegio, el mundo cambia, el juego solo aparece fugazmente durante los recreos y los niños miran el reloj impacientes, sin poder aguantar las ganas de que termine la clase para salir a jugar con sus amigos. Y ya como adultos, el juego sigue formando parte importantísima de muchas de las cosas que nos apasionan, entre ellas el deporte.

Esta misma semana, un par de anécdotas me llamaron mucho la atención.
Una compañera de trabajo me confesaba esta frase que su hijo, matriculado en un prestigioso colegio privado, le espetó días atrás: "No quiero ir al colegio, no aprendo nada, aprendo más viendo en la televisión el Discovery Channel". Excepto en el colegio, ya no existe ningún ámbito donde los clientes vayan obligados a recibir un servicio que no han solicitado, no quieren y sobre el que apenas pueden opinar.
Charlando sobre qué aprendimos en el colegio, un alto directivo me comentaba que durante su etapa escolar, debió cambiar de colegio 5 veces y lo más valioso que rescata de esa época fue que tuvo que aprender constantemente a adaptarse a nuevos entornos, hacer relaciones, socializar y salir adelante cada 2 años.
La mayoría de las personas que conozco que estudiaron para ser profesor, se dedican actualmente a actividades que no tienen nada que ver con hacer clase frente a un grupo de niños. Las razones son múltiples: La vocación de enseñar se va frustrando al enfrentar cada año los mismos rituales: niños desmotivados, asignaturas monótonas y desactualizadas, padres poco comprometidos, administración hostil, escaso reconocimiento social … Por si fuera poco, el sueldo de un profesor roza en muchas ocasiones lo miserable y ya sabemos que no sólo de pan vive el hombre.

He conversado con algunos profesores para conocer de primera fuente cómo ven ellos mismos su profesión, si se sienten valorados y disfrutan haciendo su trabajo. He preguntado a algunos jóvenes cuál es la profesión que pretenden ejercer en el futuro y los resultados son lapidarios; ninguno manifiesta el más mínimo interés por ser profesor.

El Pasado Tiempo atrás, era común escuchar que las personas más importantes de un pueblo eran: El Alcalde (poder político), el Cura (poder divino), el Policía (poder militar), el Médico (poder del conocimiento "mágico") y el Profesor (poder del conocimiento intelectual. El profesor era una figura respetada ya que poseía algo que casi nadie tenía al acumular un saber enciclopédico: conocimiento. Un profesor era una persona de prestigio y evidentemente, dentro del aula decidía sobre el destino de los alumnos lo que le otorgaba un poder absoluto.

Nadie discutía que existía un cuerpo de conocimientos (currículum) que había que aprender, la función del profesor era enseñarlos y la del alumno era estudiarlos y la forma de verificar si eso estaba ocurriendo eran los exámenes. Todos los niños estudiaban exactamente las mismas asignaturas, al mismo ritmo y la escuela tenía sospechosas similitudes con una fábrica (en este caso de producción de seres humanos, todos iguales) La autoridad era posiblemente la principal característica de esa época. Si en una fábrica, los jefes pensaban y ordenaban qué hacer y los obreros ejecutaban el trabajo, el aula reproducía esa realidad a su imagen y semejanza con el profesor mandando y los alumnos obedeciendo.

Existía un círculo vicioso formado por clases con un mínimo de 30 alumnos que giraban alrededor de un profesor que impartía "clases magistrales" que no eran otra cosa que monólogos donde los niños sólo hablaban cuando se les preguntaba (y trataban de usted al profesor) La educación era una competición donde unos ganaban y otros perdían lo que es un veneno mortal porque obliga a que todo se organice alrededor de las notas. Desde luego, no se premiaba el pensamiento original, la innovación ni se motivaba a conocer más y menos aún a aprender de sí mismo.

Que la educación tenía graves problemas fue algo denunciado con vehemencia por personajes poco sospechosos de hablar a la ligera como Platón, Kant, Montaigne, Locke, Dewey, Descartes o Einstein pero quizás esta sea la frase más contundente "Estoy seguro que la razón por la que surgen tantos idiotas de nuestras escuelas es porque no tienen ningún tipo de contacto con nada útil para la vida diaria" atribuida a Petronio en el año ... ¡¡ 66 antes de Cristo !!.

Imaginad que por un momento nos transportásemos en un viaje hacia el pasado y aterrizásemos en la Edad Media. ¿En qué podríamos trabajar? ¿De qué nos servirían los múltiples conocimientos que tenemos hoy? ¿Y si una persona de la Edad Media llegase a nuestro mundo del 2007, qué podría hacer? Para hacer cualquier cosa, necesitamos saber y para saber hay que aprender pero sobre todo, cosas útiles.

Un periódico de negocios publicaba una estadística que indicaba que un Directivo que se cambia de empresa tarda alrededor de 1 año en aportar valor a su nueva empresa. Los que contratamos jóvenes recién salidos de la universidad, sabemos que tendremos que esperar unos 2 años hasta que empiezan a ser productivos ya que desconocen las tareas más elementales del mundo laboral: apenas saben gestionar a un cliente, preparar propuestas comerciales, innovar la oferta de servicios o productos de su empresa, negociar con un proveedor, gestionar un proyecto, liderar un equipo de trabajo, dirigir una reunión, etc. Sabiendo que lo que les espera al terminar la dilatada vida estudiantil es simbólicamente "jugar al fútbol", cuando llegan el primer día a trabajar confiesan que nunca antes habían visto ni jugado con una pelota. La culpa no es suya, el problema es que sus profesores solo les puede enseñar a ser… profesores pero difícilmente a adquirir las habilidades que requieren las empresas por 3 razones:

El currículum no contempla aprender este tipo de "competencias"

Aunque el currículum las incluyese, la mayoría de profesores no las dominan

Aquellos pocos que las dominan, no saben cómo enseñar a otros para que las aprendan

Parece mentira que nadie asuma la responsabilidad de modificar drásticamente el currículum escolar y universitario que representa un mundo que ya dejó de existir. Nadie se atreve a denunciar que el 90% de las Matemáticas o la Historia que se enseña no sirven de nada al 90% de las personas (que además hoy no las pueden recordar) mientras que nadie puede prosperar en la vida sin saber cómo Colaborar y Trabajar con otros o sin saber Vender.

Hoy, entrar en un aula no significa dar un paso hacia el futuro más bien hacia el pasado. Mientras un profesor decida tu futuro, no se verá a sí mismo como proveedor de un servicio. Sin embargo, soy optimista, vienen tiempos mucho mejores, sobre todo para los profesores y para sus alumnos.

http://www.elobservatodo.cl/admin/render/noticia/8745

1 comentario:

Ruben dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con esto que escribes (aunque lo haya leído un año después).

Muchas veces he denunciado lo mismo, que estudiar ciertas cosas (como quienes fueron ciertos poetas o escritores y cuál fue su obra) aunque sea un conocimiento muy interesante, es poco práctico en a vida diaria.

Estudiamos matemáticas sí... pero no nos enseñan a calcular nuestra propia hipoteca (que va a ser la compra más importante de nuestras vidas) o a gestionar mejor nuestra economía personal.

Estudiamos ciencias de la naturaleza, pero encerrados en aulas y sin salir al aire libre. Y por supuesto, de cómo sobrevivir en un bosque, cómo cocinar o cómo cultivar hortalizas ya ni hablemos.

Ah, por no mencionar esa ciencia que debe ser considerada esotérica por algunos ya que no hay ni rastro en las aulas de psicología, lo que nos ayudaría a comprendernos mejor los unos a los otros y a nosotros mismos, algo que sería muy util en una sociedad cada vez más cosmopolita.

Un saludo.

PD: También tengo blog: http://www.entrecodigos.com