COMENTARIO A UNA DISCUSIÓN SEXISTA

El profesor propone desarrollar una clase basada en el diálogo. Como tema principal de la discusión sugiere el maltrato doméstico.

Levantan la mano Claudia y Óscar. El profesor le da el turno a Claudia. Ésta se expresa en los siguientes términos: «Está claro lo que esos datos nos indican: vivimos en una sociedad machista en la que la mujer sigue considerándose como un objeto al servicio del hombre; (elevando el tono de voz) la única manera que tenemos las mujeres de superar esa lacra social es formar una piña y hacernos independientes de los hombres, a la humillación responder con humillación, a la amenaza responder con la amenaza, y a la agresión responder con agresión. ¡¡En el fondo, los hombres son unos cobardes!!».

Seguidamente, el profesor mira a Claudia por un instante, y le da la palabra a Óscar. Pero Óscar se niega: «Prefiero no hablar». El profesor va a articular algo, pero rápidamente Claudia lo impide: «Veis chicas, eso demuestra que ellos asumen su culpabilidad. Es claro y meridiano. Cobardes, como ya os decía antes. ¡¡Y empiezan pronto!! En cuanto cuestionas su estatus, esconden la cabeza bajo el ala, y esperan un mejor momento para atacarnos en el terreno en el que se sienten fuertes». Las compañeras de Claudia responden todas a una: «¡¡Esconden la cabeza, esconden la cabeza!!».

Autores: Roberto Colom y Manuel Froufe
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid.



Todo diálogo debe basarse en el respeto a las personas que no a las ideas. Partimos de la premisa de que no hay verdades absolutas y que todos podemos estar equivocados si se demuestra lo contrario; la historia de la humanidad es un ejemplo de los cambios de paradigma a medida que la ciencia evoluciona.

El respeto mutuo impide las descalificaciones personales, los insultos, las actitudes agresivas, los tonos hirientes, los gritos, las amenazas, la confrontación, etc., y promueve la escucha atenta, el aprendizaje y la colaboración.

“En este tipo de experiencias, la actitud del maestro es esencial, ya que ella facilitará u obstaculizará el trabajo de diálogo entre y con los alumnos. Por ello, a continuación describimos algunas sugerencias sobre las actitudes y roles que, tanto el maestro como el alumno, deberán observar para lograr una mayor eficacia durante el proceso de diálogo:

· Una actitud de confianza básica en los demás para establecer una relación basada en la colaboración.

· Respeto por las opiniones, puntos de vista, creencias vertidas por los demás miembros del grupo.

· La disponibilidad de aprender de los demás.

· Una actitud de estar a la escucha, en constante observación, siempre atento e interesado.

· Mostrar una mente abierta e imparcial, para ver todos los ángulos de la realidad sin encasillarla en una opinión.

· Una actitud de camaradería, compañerismo y amistad. En un diálogo no hay competencia, rivalidad o debate, ni deseo de impresionar o de ser el primero; importa solamente explorar el significado del asunto que se está tratando y averiguar si es verdadero o no.

· No preconcebir, no limitar, ni etiquetar, no prejuzgar, ni prejuiciar.”

El diálogo en la educación holista: breves reflexiones sobre su aplicación en el aula

Waldo Ernesto Nava Meléndez



Señalemos algunos malos hábitos a evitar:

-Estar impaciente por tomar la palabra, en lugar de dejar hablar al otro.

-Interrumpir repetidamente la conversación.

-Reaccionar impulsivamente ante cualquier discrepancia.

-Mostrar con nuestro tono de voz, apatía o agresividad.

-Confundir el “ruido de palabras” y la frivolidad con la verdad.

-Brindar poca atención a nuestro interlocutor.

-Ignorar el interés del otro.

-Hablar al mismo tiempo con más de una persona.

Sin duda, podremos escuchar mejor:

-Sin interrumpir a la otra persona antes de que termine de hablar.

-Haciendo preguntas pertinentes.

-Dando respuestas visuales o verbales.

-Aceptando al interlocutor.

-Sin miedo a la verdad.

-Evitando la locuacidad.

-Teniendo buena actitud mental y ejercitando una escucha activa.

-Controlando el impulso a desmentir.

La calidad de la atención, tener la paciencia de escuchar sin interrumpir, con verdadero deseo de entender y comprender, proporciona estímulos para una comunicación más abierta, más serena, más sincera; donde cada parte exprese sus ideas con más libertad donde pueda manifestarse la personalidad del interlocutor; donde la amistad encuentre un terreno abonado para arraigar.

EL ARTE DE SABER ESCUCHAR (Agustín Pérez Cerrada)


Para completar el comentario, un cuento zen muy conocido:

La taza de té

Es conocida la historia de Nan-in, un Maestro japonés que vivió en la era Meiji, y lo que le sucedió con un profesor universitario que fue a visitarlo intrigado por la afluencia de jóvenes que acudían al jardín del Maestro.

Nan-in era admirado por su sabiduría, por su prudencia y por la sencillez de su vida, a pesar de haber sido en su juventud un personaje que había brillado en la Corte. Aceptaba en silencio que algunos se sentaran con él al caer de la tarde, pero no debían importunarlo después de la meditación. Entonces, parecía algo serio y hasta hosco, pero no era más que la necesaria readaptación mientras trabajaba en su jardín, pelaba patatas o remendaba la ropa.

El prestigioso profesor se hizo anunciar con antelación haciendo saber que no disponía de mucho tiempo, pues tenía que regresar a sus tareas en la universidad.

Cuando llegó, saludó al Maestro y, sin más preámbulos, le preguntó por el Zen. Nan-in le ofreció el té y se lo sirvió con toda la calma del mundo. Y aunque la taza del visitante ya estaba llena, el Maestro siguió vertiéndolo. El profesor vio que el té se derramaba y ya no pudo contenerse.

- ¿Pero no se da cuenta de que está completamente llena? ¡Ya no cabe ni una gota más!

- Al igual que esta taza, – respondió Nan-in sin perder la compostura ni abandonar su amable sonrisa -, usted está lleno de sus opiniones. ¿Cómo podría mostrarle lo que es el camino del Zen si primero no vacía su taza?

Airado, el profesor se levantó y con una mera inclinación de cabeza se despidió sin decir palabra.
Mientras el Maestro recogía los trozos de porcelana y limpiaba el suelo, un joven se acercó para ayudarle.

- Maestro, ¡cuánta suficiencia! Qué difícil debe de ser para los letrados comprender la sencillez del Zen.

- No menos que para muchos jóvenes que llegan cargados de ambición y no se han esforzado por cultivar las disciplinas del estudio. Al menos, los estudiosos ya han hecho una parte del camino y tienen algo de lo que desprenderse.

- ¿Entonces, Maestro, cual es la actitud correcta?

- No juzgar, y permanecer atento

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