"Cuando
te miras al espejo, la imagen que ves eres tú, pero tú no eres la imagen"
Alguna vez, cuando sale a
comer a un restaurante, hace fotos de los platos más apetitosos y las envía a
los amigos. Evidentemente la intención no es darles a probar el plato a través
de su imagen, solo llama su atención sobre la originalidad o novedad del mismo.
Siguió dándole vueltas en su cabeza
al dichoso kōan y
recordó algún dicho popular relacionado con la imagen y su importancia:
"Una imagen vale más que mil palabras".
Es cierto, en una cita a ciegas describirse para que te conozcan resulta poco
menos que difícil. A Isidro le gusta dar una imagen informal y desenfadada
porque la funcionalidad y la comodidad son lo principal para él. Eso no quiere
decir que para las ocasiones no disponga de traje, o combine chaqueta y
pantalón con un calzado adecuado. Todo lo contrario, a la época hippy en la que
se dejaba el pelo largo, pese a tener que discutir con su padre, y para
acabarlo de arreglar se ponía alguna de sus camisas de trabajo que, por
supuesto le quedaban grandes, pantalones campana desgastados y algún collar o
pulsera que hecho con tiras de cuero que trenzaba a las que añadía algún abalorio.
La idea en esa época contracultural era otra, lo importante no era la imagen,
era la persona. Las debían apreciar por sus valores y acciones no por la
apariencia, aunque paradójicamente también la cuidaban siguiendo la nueva moda
de las flores.
"Aunque la mona se vista
de seda mona se queda" o "El hábito no hace al monje" formaban
parte de su divisa.
¡Vaya contradicción! En
nuestra sociedad la imagen cuenta mucho, pero está claro que lo más importante
es nuestra personalidad. La primera impresión cuenta, pero en las distancias
cortas son necesarios otros argumentos para una relación duradera. Tendremos
que armonizar ambas, de manera que no haya discordancia entre quien soy y como
me muestro, aunque en muchas ocasiones uno se vista para tal o cual ocasión. Lo sano
sería arreglarse de la manera que nos sintamos más cómodos, como hace Isidro,
pero sin que el físico sea nuestro epicentro.
Estamos continuamente
expuestos a los pensamientos y emociones que nuestro cuerpo nos genera. La
aceptación del cuerpo es la antesala para quererlo, mirémonos con buenos ojos.
Hoy
en día la importancia de la imagen es tan grande que proliferan las clínicas de
estética para atender la demanda de aquellas personas que sueñan con cambiar su
físico, esperando que de esa manera su vida cambie, aunque sin garantía de que
vaya a ser mejor. Hay quienes se pasa el día mirándose al espejo y hay otras
que procuran evitarlos, ya que no les gusta su físico. La mayoría de las veces
manifiestan problemas de autoestima.
Cuando Isidro se mira al
espejo para empezar el día sonríe, se da los buenos días y agradece la
oportunidad de estar vivo, se asea y se lanza al mundo, no para comérselo, pero
si para disfrutar de las pequeñas cosas que brinda. Pero en otras ocasiones, en
que se mira a los ojos a través del espejo, intenta descubrir algún escondido
secreto. Es un intento de adentrarse en uno mismo con la esperanza de que el
que hay en el otro lado le hable, le muestre otra imagen de sí mismo. Se
pregunta ¿qué
hay detrás de esa imagen? De momento el silencio
es la única respuesta, por más que acabe cambiando de expresión en el juego de
las mil caras. Puede pasar de la risa al llanto, de la serenidad a la ira, de
mostrarse de frente a buscar su lado más favorecedor, pero el que habla consigo
mismo es Isidro.
Pocas
cosas hay más interesantes que los ojos, dicen que son las ventanas del alma.
Cuando nos miramos a los ojos estamos abriendo las puertas del corazón a la
comprensión y al amor.
Por otro lado, encuentra que
quien mejor le retrata, le muestra otra luz y reflejos poco conocidos por él,
es las persona con quien convive, sin olvidar a la familia y a los amigos de
confianza. Ellos pueden ver una imagen más real de quien es, no están
condicionados por la mejor versión que tiene de sí mismo, de modo que le hacen
de espejo siempre que sea capaz de verse en ellos. Le brindan la oportunidad de
cambiar la propia mirada y hasta aspectos de su personalidad que permanecían en
la sombra, esa sombra que siempre nos acompaña y que solo se muestra cuando hay
luz.
Nadie le dijo que necesitaría gran parte de su vida para
poder verse reflejado en su alma frente a un espejo. Hoy cuando
se mira al espejo, le gusta lo que ve, sonríe y da gracias, se siente bendecido
por la vida que le ha dado tanto.
Kōan
Un kōan (公案; japonés: kōan,
del chino: gōng'àn) es, en la tradición zen, un
problema que el maestro plantea al alumno para comprobar sus progresos. Muchas
veces el kōan parece un problema absurdo (véase: aporía),
ilógico o banal. Para resolverlo el novicio debe desligarse del pensamiento
racional común para así entrar en un sentido racional más elevado y así
aumentar su nivel de conciencia para intuir lo
que en realidad le está preguntando el maestro, que trasciende al sentido
literal de las palabras. es.wikipedia.org
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