EL CHOCOLATE
El chocolate, sobre todo
el de calidad, protege la memoria y tiene otras muchas propiedades. De hecho,
se ha demostrado que la pureza del cacao ayuda a reducir la presión arterial y,
por ende, los accidentes cardiovasculares, una de las principales causas de
muerte en nuestro país. Asimismo, el cacao es rico también en hierro y
especialmente en magnesio, un elemento que cuenta con enormes propiedades y
valores nutricionales y que viene perfecto para aquellas personas que
diariamente realizan actividades deportivas, puesto que beneficia a su
musculatura y es una fuente permanente de energía.
El chocolate, y en general los dulces, nos devuelven a un estado de
inocencia e ingenuidad, nos permiten reencontrarnos con nuestra infancia, nos
relaja y nos desinhibe.
"Mi mamá dice que la vida es
como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar" (Forrest Gump, 1994)
De pequeño, años 50, una
de mis meriendas preferidas era el pan con chocolate, lo normal era pan con mantequilla
o pan con aceite y azúcar, a veces tres o cuatro galletas, pero los domingos,
cuando salíamos mi hermano y yo con mis padres de paseo, bajábamos desde la
calle Valencia por la calle Muntaner, nos acercábamos a la Av. de Roma, que en
aquel entonces estaba descubierta, para ver pasar los trenes traqueteando su
rítmica canción y dejando tras de sí una estela de humo que nos obligaba a
retirarnos de la barandilla y a taparnos la nariz. Después seguíamos
contemplando los escaparates de las tiendas hasta la Ronda de Sant Antoni, 96,
donde nos compraban un trozo de coca y una onza de chocolate en el horno
Mistral (hoy todavía existe) y así nos hacían felices.
Yo comía el pan junto con
el chocolate, mientras mi hermano primero se comía el pan y guardaba el
chocolate para el final, eso, sí en un descuido no se lo quitaba y me lo comía
de una, sin darle tiempo a reaccionar. Recibía algún cachete pero valía la
pena.
Otras veces mi madrina
nos llevaba a una pastelería que había en la calle Aribau, un poco más abajo de
la calle Aragón, allí nos compraba unas tartas de mantequilla y chocolate
individuales, parecidas a la saras cubiertas de almendras, pero estas con
fideos de chocolate y con una brillante
guinda roja encima de una flor de mantequilla. Tener entre tus manos tan
preciado tesoro nos llenaba de emoción, hasta el punto de tener que abandonar
la contemplación y no saber por dónde hincarle el diente debido al riesgo de
untarnos la nariz.
Nunca ha faltado una
tableta, unos bombones o unas galletas de chocolate en casa. Me acuesto tarde y
alrededor de las doce la tentación me puede, en verano se unen los helados. Controlo
bastante las cantidades, los helados los compro mini, las galletas de arroz y
el chocolate del 70%, pero con todo y con eso el aumento de peso avanza
sigilosamente y empiezo a parecerme a un buda chino de la abundancia.
Esa dulce y placentera
obsesión que tomada con moderación nos aporta ricos beneficios, se convierte,
demasiadas veces, en una adicción sin la cual no se puede vivir. Y no es literatura; es un hecho científico. La lista de los
alimentos más adictivos incluye siempre al chocolate, junto a las patatas
fritas de bolsa, las galletas, el queso o los refrescos. Pero el chocolate, con
poca azúcar, es sano, cosa que no pueden decir todos los de la lista.
¡Qué pena! Me hice adicto
y labré mi perdición. Hace semanas me tiré al rio sin salvavidas y estoy
empezando a ahogarme en chocolate. Empecé desayunando un croissant relleno de
chocolate, después de las comidas unos bombones de postre, por la tarde me meriendo
un tarro de Nutella y por la noche 2 galletas de arroz con choco o un helado,
los minis ya resultan insuficientes, ahora compro tarrinas. Mi única obsesión
es el chocolate en todas sus formas a pesar que he doblado mi peso, se ha
estropeado mi dentadura y salgo a la calle lo justo porque no quiero que nadie
me vea de esta guisa.
Me duele esa imagen de
Sancho Panza que se ha adueñado de mis carnes, tanto es así que estoy pensando
en apuntarme a Chocohólicos Anónimos, una organización sin ánimo de lucro que
se dedica a ayudar a los adictos al chocolate con los mismos principios que la
de Alcohólicos Anónimos. Lo que pasa en sus reuniones es confidencial, cada uno
confiesa libremente sus pecados y manifiesta su propósito de enmienda. Tiene
una base espiritual: "Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros
mismos podría devolvernos el sano juicio" y 12 pasos que han
de guiar el proceso, además de los principios y consejos relacionados con la
racionalización de comidas y horarios, técnicas de relajación y empoderamiento,
entre otros. Y lo fundamental, un padrino o madrina dispuesto a escucharte y
ayudarte las 24 horas del día. El 2º paso, creer en un Poder superior, no
supone que AA o CA esté afiliada a alguna secta, religión,
partido político, organización o institución alguna.
Creo que puede estar bien y me pueden ayudar a salir de este maquiavélico
trance. Espero que el sacrificio no sea como el chocolate del loro o como
quemar pólvora por un gallinazo. Mañana seguro que llamo, ahora me voy a comer
una caja de donuts de chocolate que hace rato me está llamando por mi nombre.
"Puedo
resistir cualquier cosa excepto la tentación" Oscar Wilde.
Marín Hontoria
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