Fiesta
Isidro se despierta y remolonea un rato para desperezarse, la luz se filtra tímidamente por debajo de la persiana llenando de sombras la habitación. Respira hondo, repasa las sensaciones que su cuerpo le transmite, mira la hora, tiene tiempo, piensa en las tareas pendientes del día, nada especial, solo la oportunidad de gozar de la vida cuando todo parece estar hecho y en realidad todo está por llegar. No hay dos días iguales, siempre hay imprevistos, sorpresas, y ganas de disfrutar y celebrar el sol, el aire, la naturaleza, los sonidos, la amistad, el amor y sus colores. Sabe que tiene que estar abierto a lo nuevo porque la vida no se puede controlar, hay que ser flexible como el bambú que se inclina para dejar pasar al viento cuando sopla con fuerza.
Isidro ya tiene una edad y lo
suficiente para ir tirando sin grandes preocupaciones, de modo que celebra en
cada amanecer el milagro de la existencia. Experimenta un intenso sentimiento
de plenitud frente a las maravillas del mundo, un paraíso que nos perdemos por
la falta de consciencia. Esa consciencia que le hace partícipe de todo lo que
le rodea, de la vida que mueve el mundo en un orden perfecto, armónico, y que
la hace digna de ser vivida, a pesar de las dificultades y sufrimientos que
conlleva nuestro aprendizaje terrenal.
Cada día es una fiesta cuando uno se integra
en esa corriente que nos empuja, que nos hace vibrar y sentirnos parte de algo
más grande. De esa fuerza que nos sobrepasa, que llegado su momento dejamos de
intentar comprender, que siempre está presente y ante la cual asentimos con
humildad y actitud perceptiva dejándonos llevar por la realidad que ante
nosotros se manifiesta.
Toda fiesta es una celebración
de la vida, que podemos o no compartir, aunque cobra mayor sentido cuando es compartida.
Nos permite repartir sonrisas, hacer de la alegría un canto a la vida, bailar,
dejarse llevar por la música, volverse un poco loco, desinhibirse, liberar
emociones, disfrutar…
La alegría de la fiesta nos
descubre el amor por la vida y eleva nuestro espíritu por encima de la rutina.
Nos revela ante la presencia de otras personas el valor del amor y la amistad
cuando son recíprocos. No hay nada como un encuentro festivo para unir a las
personas, generar emociones positivas y olvidar los malos momentos. No hay que
esperar a que todo vaya bien para estar contento, es una decisión personal que
requiere un esfuerzo y la consciencia de que todo tiene una razón de ser.
Desde los albores de la
humanidad, está siempre ha encontrado momentos para celebrar. Una buena caza,
una buena cosecha, un nacimiento, la llegada de la primavera, etc. han
proporcionado momentos de celebración familiar o comunitaria, reforzando los
lazos identitarios, de unión y cooperación.
La transformación de las
sociedades rurales en sociedades industriales ha ido cambiando el sentido de la
fiesta al ritmo de los cambios sociales. Actualmente las fiestas están
asociadas al descanso y al ocio, la mayoría de ellas tienen un carácter
religioso o conmemorativo. Se han tenido que ir normalizado para hacer
compatible el tiempo de descanso con el tiempo de trabajo y son mucho más
individualistas y mercantilistas que las fiestas populares, comunitarias. Las
fiestas institucionalizadas son un producto de consumo en las que conviven el
ocio con el negocio, perdiendo su sentido tradicional y cultural.
A pesar de todo, Isidro,
intenta hacer de cada día una fiesta. Siempre hay una razón para vivir, una
esperanza para sonreír, un motivo para amar, cosas para hacer y sueños que
cumplir.
Marín Hontoria
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