LA PUERTA

 

LA PUERTA


 La puerta estaba abierta, el interior de la casa estaba oscuro, un rayo de luz se filtraba por el resquicio de una ventana sin mostrar el interior. Dudé en traspasar ese umbral desconocido, pero pudo más el impulso repentino que me llevó a recorrer el pequeño y descuidado sendero lleno de maleza que conducía a las cuatro escaleras que daban a un porche destartalado franqueando la angosta entrada.

 Sin pensarlo más, después de preguntar si había alguien sin obtener respuesta, con la luz del móvil iluminando mis inseguros pasos, inicie la búsqueda de los posibles tesoros que los años de abandono pudieran albergar.

 El piso crujió y con él la ventana de cristales rotos aplaudió movida por la corriente de aire que me acompañaba, me paré en seco y traté de poner luz para llegar sin contratiempos a abrir la ventana situada a mi izquierda, entonces pude contemplar un recibidor decimonónico devastado por el polvo, las telarañas y la carcoma que llenó de pequeños agujeritos un sillón desvencijado, una silla de tres patas y una mesita quebrada.

 En las descoloridas paredes se adivinaban un par de cuadros cubiertos por un velo gris que no dejaba traslucir sus formas y colores, entonces algo se movió y como una exhalación pasó entre mis pies dándome un susto de muerte, el móvil se escapó de mis manos, se apagó su luz, tanteando el suelo con muchos reparos lo recogí del suelo cubierto de un polvo extraño y pegajoso y  cómo movido por un resorte salí corriendo como alma que lleva el diablo sin mirar atrás. 

 Un portazo que hizo temblar la casa cerró la puerta tras de mí, ni se me ocurrió volver, y aún en sueños veo abrirse la dichosa puerta invitándome a entrar mientras suenan los aplausos de la entreabierta y desvencijada ventana.

 Marín Hontoria

 

Comentarios