Recorro tu playa siguiendo las huellas de
los que me han precedido,
encuentro húmedas caracolas con sabor a
mar y rumores desconocidos,
que me susurran tus palabras cuando las
acerco a mis oídos,
descubriendo una mujer secuestrada por las
olas en busca de su destino.
Alma, mente, corazón y vida en un corto
abrazo fundidos,
pero al caminar divididos, enajenados,
alienados y perdidos,
navegamos en un mar de ilusiones y de
apariencias,
que nos hurtan la realidad y confunden nuestros
sentidos.
Sin ese norte, nuestro autentico ser pierde
su verdad,
sepultado bajo capas de prejuicios, de
miedos e ignorancia,
robándonos la esencia que nos da la fuerza y la constancia,
que nos permite observar con meridiana claridad la realidad.
Desprovistos de nuestra verdadera
identidad nos sentimos vacíos,
extraviados en el desierto de la sinrazón,
llenando el cielo de lamentos,
con las alas rotas, como hojas caídas mecidas por el viento,
buscamos a gritos y en silencio, a fuera y
adentro, un bendito despertar.
Puedes pasar de la soledad del alma al ruido de la calle o al abrazo
del amigo;
de la belleza que la luna refleja, al
vino, las copas y los pecados capitales,
de la luz a la oscuridad, de los pasos extraviados al reencontrado
camino,
pero eso poco importa porque todo está aquí,
en mí y en ti.
Por eso, en todo momento, recuerda con
certeza nuestra naturaleza:
Tú y yo somos uno,
dos gotas de agua
en río de la vida,
dos gotas que convergen
en el insondable océano del amor.
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