jueves, 29 de febrero de 2024

TIBURÓN

 TIBURÓN

En las profundidades insondables del océano, a bordo del submarino “Tiburón", cuatro intrépidos marineros enfrentaban una oscuridad palpable que eclipsaba incluso la luz más tenue, desafiando los límites de lo conocido. El capitán, sombrío y taciturno, lideraba la expedición con una determinación forjada en las sombrías profundidades del mar. Su semblante, aunque estoico, ocultaba los profundos temores que habitaban en su mente. En su interior, sin embargo, los recuerdos de su familia se deslizaban constantemente, eran un faro de esperanza en medio de la oscuridad abisal.

"¡Capitán, algo ha embestido la nave!", clamó Ana, la ingeniera jefa, cuyos ojos destellaban con una mezcla de temor y asombro en la penumbra de la sala de control.

Juan, el navegante, cuyos dedos temblaban sobre los controles, observó los monitores con creciente horror. "¡Es una criatura colosal, una aberración de las profundidades! Los abismos nos engullen, capitán. Los indicadores de profundidad oscilan en la locura. ¿Qué fuerzas ancestrales nos rodean?"

La joven marinera, Laura, cuyos cabellos flotaban como algas en la corriente marina, sintió el frío abrazo del pánico en su pecho. "¿Qué monstruos acechan en las tinieblas, capitán? ¿Cómo podemos esperar sobrevivir a la ira de esta colosal bestia marina?"

El capitán, mientras luchaba por mantener la compostura frente al caos, se vio invadido por el recuerdo de su hogar, donde su esposa e hijos lo esperaban con ansias. Cerró los ojos por un instante, aferrándose a esa imagen de felicidad en medio de la desesperación que los rodeaba. Contempló el abismo que se extendía ante ellos. "Nos encontramos en los dominios de lo insondable, donde el más mínimo susurro puede despertar a criaturas de pesadilla", murmuró con solemnidad.

Entonces, con un rugido atronador, la criatura marina volvió a embestir la nave, causando una fisura en el casco que amenazaba con inundar la oscura caverna submarina en la que se encontraban. Con un coraje alimentado por la desesperación, la intrépida tripulación se aferró a sus herramientas, luchando contra el agua que se precipitaba en la nave mientras la bestia continuaba su asedio implacable.

En medio del caos reinante, Laura, la joven marinera, sintió cómo el pánico se apoderaba de ella. El estruendo ensordecedor del impacto de la criatura marina resonaba en sus oídos como un eco ominoso, y su corazón latía con fuerza desbocada contra su pecho, como un tambor frenético que marcaba el compás de su miedo.

Sus manos temblaban con cada movimiento que realizaba para ayudar en las tareas de emergencia. Los destellos de las luces parpadeantes creaban sombras danzantes en la claustrofóbica sala de control, mientras el agua comenzaba a filtrarse lentamente por la fisura en el casco, como tentáculos insidiosos de la angustia que se aferraban a su mente.

Las palabras de sus compañeros sonaban distantes y distorsionadas, como si estuvieran hablando desde el fondo de un abismo. El aire en la cabina se volvía cada vez más pesado, como si una presión invisible aplastara su pecho y dificultara su respiración.

De repente, un mareo la invadió, y sintió que el mundo se tambaleaba a su alrededor. Un nudo se formó en su garganta, amenazando con ahogarla en un mar de temor y desesperación. Sus piernas flaquearon y se aferró desesperadamente a cualquier objeto cercano para mantenerse en pie.

El capitán, notando la angustia en sus ojos, se acercó a ella con un gesto de preocupación. "Laura, mantén la calma. Necesitamos tu ayuda", le dijo con voz firme pero compasiva.

Pero para Laura, las palabras del capitán eran apenas un murmullo lejano en medio de la tormenta de su propia mente. Cerró los ojos con fuerza, tratando en vano de ahuyentar los demonios del pánico que la acechaban en las profundidades de su ser.

Finalmente, con un esfuerzo titánico, logró controlar su respiración y dominar el temblor en sus extremidades. Abrió los ojos lentamente, encontrando la fuerza para enfrentar el horror que se cernía sobre ellos en las sombrías profundidades del océano. Aunque el miedo aún la envolvía como un manto oscuro, sabía que debía sobreponerse a él si quería tener alguna esperanza de sobrevivir a la oscura prueba que les aguardaba.

Con una determinación impregnada de fatalismo, el equipo se sumergió en el abismo sin fondo del submarino, enfrentándose a la criatura marina que acechaba en las sombras. Ana localizó la grieta en el casco, una cicatriz en la piel del mundo submarino que amenazaba con engullirlos.

Con habilidad y determinación, lograron sellar la fisura, aunque sabían que su destino seguía pendiendo de un hilo en la vasta oscuridad de la noche sin luna. Mientras el monstruo marino se alejaba en las sombras y el océano rugía en protesta, los intrépidos marineros se miraron con una mezcla de alivio y temor, conscientes de que en las profundidades del mar, cualquier encuentro con lo desconocido podía sellar su destino para siempre.

Cuando finalmente emergieron de las profundidades abismales, exhaustos y temblorosos, sabían que habían desafiado lo innombrable y sobrevivido para contarlo. Pero en sus corazones permanecería para siempre el eco de un horror que ningún ser mortal debería enfrentar.

El capitán, mientras contemplaba la inmensidad del mar que se extendía ante ellos, reunió a sus compañeros y juntos rezaron en silencio dando gracias por poder volver a abrazar a sus amados familiares una vez más.

Pero en un giro fatal del destino, mientras la tripulación celebraba su victoria momentánea sobre la oscuridad del océano, la bestia, desoyendo sus plegarias, emergió de las profundidades con un rugido ensordecedor. Una gigantesca ola se elevó sobre el submarino "Tiburón", envolviéndolo en su furia desenfrenada. Con un estruendo atronador, la nave fue golpeada por el impacto devastador, partiéndose en dos como si fuera de papel ante la fuerza abrumadora de la naturaleza.

Así, en un instante de caos y desesperación, el submarino "Tiburón" y su intrépida tripulación fueron borrados del mapa, sumergidos para siempre en las profundidades insondables del océano, donde yacen como testigos silenciosos de los misterios y horrores que acechan en las tinieblas de las profundidades marinas.

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Marín Hontoria

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