viernes, 15 de marzo de 2024

EL PUENTE

 

EL RIO DE LA VIDA

Isaac Newton: “Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes”

Después de la tormenta vino la calma, y aprovechando la salida del sol que iluminaba el día, me dirigí al puente que unía los dos pueblos. Allí, junto a un nutrido grupo de personas que también habían buscado refugio en su solidez, contemplé el cauce del río que fluía debajo de nosotros.

El agua, de color marrón como la tierra que arrastraba, empujada por la corriente se deslizaba serpenteante y veloz, superando todos los obstáculos que se interponían a su paso. 

Estando colocado en medio del puente que unía las dos orillas, ajeno a la algarabía que tenía lugar a mi alrededor, observando los dibujos que se formaban y desaparecían en la distancia con una cadencia continua, el tiempo se detuvo y no pude dejar de pensar en el fluir de la vida.

La vida, como un continuo viaje, un eterno discurrir superando dificultades, con momentos maravillosos y duras pruebas que nos llenan de dolor y desesperación. La vida, un continuo aprendizaje que va abriendo nuevos caminos de superación, aportando equilibrio, serenidad y profundidad a nuestra mirada.

El rio se fue serenando, sus aguas fueron cambiando de color, aumentaron los reflejos de luz y cuando pude contemplar mi imagen desfigurada en su espejo vi la manifestación de la dualidad de la vida. Solo vemos en su superficie el discurrir del agua en sus diferentes estados, pero lo que no vemos son los sedimentos que se depositan en su suelo y los que se deslizan por la fuerza de las aguas rodando en su camino hacia el mar.

Así como el río tiene una parte visible y otra subterránea, nuestra corriente de vida también tiene una dimensión oculta que debemos explorar. Es una influencia poderosa en nuestras decisiones y acciones, que a menudo pasa desapercibida pero que moldea nuestra existencia de manera significativa.

El puente es más que una estructura física que nos permite cruzar el río. Es un símbolo de conexión y trascendencia. Nos lleva de una orilla a otra, une dos extremos, traspasa fronteras y nos conduce de lo conocido a lo desconocido, del pasado al futuro, de la vida a la muerte sin pagarle al barquero.

Lo que es genial en el hombre es que él es un puente y no una meta”. Friedrich Nietzsche.

El puente, como metáfora de nuestras vidas, une y separa a la vez. Es parte del camino, supone la superación de obstáculos, de una incomunicación, de una situación comprometida. A veces, requiere retirarnos a tiempo y volver atrás sobre nuestros pasos; otras, armarnos de valor, ser valientes y seguir hacia adelante manteniendo nuestros principios.

Es crucial tender puentes que nos unan, que acerquen posiciones, que contribuyan a la comprensión y al entendimiento. Debemos dejar que la sabiduría del agua, que ha labrado el cauce del río para llegar a su destino, nos guíe en nuestro camino.

Los verdaderos maestros se usan a sí mismos como puentes sobre los cuales invitan a sus alumnos a cruzar; luego, habiendo facilitado su cruce, colapsan alegremente, alentándolos a crear puentes propios”. Nikos Kazantzakis.

Así como construimos puentes físicos, también construimos puentes emocionales y espirituales en nuestras vidas. Nuestro proceso de crecimiento se asemeja a la construcción de un puente, enfrentándonos a problemas de resistencia difíciles de resolver, pero encontrando la manera de avanzar cuando estamos en el límite de lo que sabemos hacer.

En la esencia de la estructura del puente está cómo configuramos y ordenamos sus partes para que el traspaso de las cargas sea adecuado. Del mismo modo, en nuestro proceso de construcción personal, debemos conocer nuestro terreno, nuestras herramientas y materiales, las tensiones y cargas a las que debemos hacer frente para alcanzar la madurez suficiente que nos permita vivir en paz y hacer realidad nuestros sueños.

Me gusta verme a mí mismo como un constructor de puentes, es decir, construir puentes entre personas, entre razas, entre culturas, entre política, tratando de encontrar un terreno común”.

T. D. Jakes.

Estando colocado en medio del puente que unía las dos orillas, ajeno a la algarabía que tenía lugar a mi alrededor, observando los dibujos que se formaban y desaparecían en la distancia con una cadencia continua, el tiempo se detuvo, entonces me ausenté, y me pareció ver el inexplicable espectáculo de lo que había sido mi vida, deslizándose por el espejo cristalino formado en las tranquilas aguas del rio.

Marín Hontoria


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