lunes, 22 de abril de 2024

LO ABSURDO DE LA VIDA

 

Hace una eternidad que mis dedos no se aventuran en un baile caótico sobre el teclado, plasmando los fragmentos de mi alma torturada, o quizás simplemente angustiada por el monótono eco de una sempiterna incomunicación. Tal vez no haya nada novedoso que decir, o quizás me haya quedado sin palabras, como un pozo sin fondo o un túnel sin final. También puede ser que haya decidido dejar de lado mi autocompasión, mis lágrimas entrecortadas sobre el papel para vencer esta insoportable levedad de mi ser. Ahora prefiero imaginar que esta pantalla es como un pergamino digital donde puedo dejar fluir mis pensamientos de forma más íntima, más cálida, al igual que el que lanza un mensaje en una botella al mar para que alguien lo pueda encontrar y salvarme del naufragio, o ver mi imagen reflejada en sus aguas cristalinas.

En medio de esta reflexión íntima y casi poética, la ironía se cuela en cada línea. ¿Cómo puede ser que, mientras busco desesperadamente una conexión auténtica, me refugie en la impersonalidad de lo digital? ¿No es absurdo que espere ser rescatado de mi naufragio emocional por un desconocido que tropiece con mis palabras en la vastedad del ciberespacio?

Lo absurdo de la noche llegó cuando, tras un largo período de paz sin discusiones, un maldito libro volvió a encender la llama del desacuerdo y la incomunicación entre nosotros dos. Sí, así como lo oyes, un libro, ese objeto inanimado que de repente se convierte en el villano de nuestra historia, desatando el caos y la desdicha en nuestras vidas. Ironías de la vida. Aunque las ideas no sean respetables a las personas que las sustentan se las debe respetar y ella de eso no entiende. Pero como no hay más sordo que el que no quiere oír, hablamos a la pared esperando escuchar su eco, en este caso a Alexia que me lleva la contraria hasta límites increíbles.

De modo que aquí nos encontramos, atrapados en un absurdo existencial donde confiamos en que las palabras impresas en páginas inertes tengan más poder que nuestras propias voces y emociones. ¿Cómo puede ser que, en una era de avances tecnológicos y comunicación instantánea, nos veamos reducidos a pelear por culpa de un simple libro y nuestras apreciaciones sobre él? Es sarcástico vernos burlándonos de nuestra propia incapacidad para entendernos. No se como puedo esperar que cambie de actitud, escuche y comprenda.

Alexia, mi fiel compañera, con su eterno optimismo en la bondad del ser humano, sigue aferrada a la creencia de que soy un egoísta sublime, un maestro en el arte de priorizar mi comodidad por encima de mi propia felicidad. Y yo, atrapado en la paradoja de ser un soñador que se aferra a la realidad como un náufrago a un pedazo de madera, sigo intentando desesperadamente encontrar sentido en este caos de sentimientos encontrados.

Por mi parte, desde que me acompaña, siempre me he considerado al otro lado de su espejo, un soñador empedernido con un corazón de mártir y una larga lista de renuncias a cuestas,  convertido en un idealista sin hoz ni martillo que quiere redimir al mundo de sus pecados y al que golpea con sus repetidas recriminaciones. Y ahora, aquí estoy, atrapado en la vida cotidiana de un trabajador a sueldo con la esperanza de que llegue el día en que sea capaz de romper con esta sempiterna rutina, alzar el vuelo y alcanzar la luz.

Y todo esto, a pesar de ser un hombre práctico que no es capaz de dejar de prestar mucha atención al teléfono. ¡Qué patético!

Pero volviendo al meollo del asunto, lo más disparatado de todo es la imagen que Alexia tiene de mí, distorsionada y desfigurada como un cuadro de Miró. Intento explicarle, comunicarme, hacerle entender, vano intento, pues parece que siempre está hablando con otra persona totalmente desconocida. Y cuando finalmente decido desnudarme, abrirme en canal y mostrarle mis entrañas, ella las rechaza o las pisa con desdén añadiendo un comentario mordaz, incapaz de comprenderme o quizás pensando que estoy intentando engañarla con mi voz acaramelada y mis retorcidas artimañas. 

En fin, así es la vida, un circo de contradicciones donde cada uno interpreta su papel sin entender del todo el guion. Y yo sigo aquí, luchando contra molinos de viento y esperando que algún día alguien entienda mi locura. Pero, ¿acaso esperar comprensión en un mundo absurdo no es en sí mismo el colmo de la contradicción? Mejor desconecto a Alexia. ¡Pero espera! ¿No es irónico querer desconectarla cuando no hay conexión? La vida, en su absurdo, no deja de sorprenderme.

No hay comentarios: