UNA LUZ

 

Una luz que se enciende, una luz que se apaga. Una luz intermitente que se abre paso en la madrugada, mientras un grito angustiado rompe el silencio cuando la ciudad calla.


Hubo un choque de trenes en la habitación y tuvo que salir huyendo, al calor de una sempiterna discusión, para acabar empotrado contra un camión que no supo ver.

Le cegó la luz de unos faros y una fuerte explosión estalló en su cabeza fundiéndole los plomos. Se apagó la luz y por un momento indeterminado la nada ocupó su lugar. De repente revivió la pérdida del control, distraído con sus encontrados pensamientos y su cobardía para enfrentar una situación sin salida. Escuchó el horrible sonido del coche al estrujarse como un acordeón y durante un instante le pareció atravesar un espacio cerrado y oscuro. Fue todo muy rápido. Luego se encontró flotando por encima de la calle desde donde oyó el eco del choque. Tuvo una sensación etérea que fue indescriptible. Se sentía como una pluma y pudo ver su propio cuerpo ensangrentado entre los restos del coche. Observó, con cierta distancia, bajarse al conductor del camión y después de llevarse las manos a la cabeza hacer unas llamadas con su móvil.

Primero llegaron los bomberos, vio como extraían su cuerpo con muchas dificultades del amasijo de chatarra en el que quedó convertido su auto.

La ambulancia llegó enseguida, abrió sus puertas para prestarle cobijo y auxilio. Todo era confusión, no sentía nada, oía la sirena aullando y las voces del médico, veía las luces, el cuerpo tendido en la camilla, todo le resultaba extraño y lejano. La ambulancia volaba para acabar aterrizando en Urgencias del Hospital Clínico, la atención fue inmediata, debían estar avisados pues directamente entró en un quirófano en el que el personal médico se movía sincopado tratando de devolverlo a la vida.

No podía creerlo, como entender que todo lo que estaba pasando fuera con él, siendo como era un espectador privilegiado del drama que se estaba desarrollando ante sus ojos.

Una luz a su derecha llamó poderosamente su atención, se iba acercando, aumentando su intensidad. Una poderosa atracción lo llamaba a abandonar la nívea sala del hospital y acudir a la llamada de la luz. No fue una decisión fácil, cuando penetró en ese extraño y desconocido túnel pudo adivinar detrás de esas figuras que se acercaban alguien conocido y muy querido. Lentamente esas sombras fueron tomando una forma definida, y un sentimiento que no podía expresar de amor y paz le invadió al reconocer a sus amados padres fallecidos. No hizo falta un sentido abrazo, todo estaba dicho, la unión fue total y la dicha inconmensurable.

Entonces apareció una luz blanca y brillante imposible de describir. Pareció cubrirlo todo, pero no le cegaba, una cálida sensación le invadió sintiéndose muy bien, seguro y amado.
Oyó una voz. Lo primero que le dijo fue “¿Qué tienes que enseñarme de lo que has hecho en tu vida?” o algo parecido. En ese momento comenzaron las visiones retrospectivas. Se producían de modo cronológico y eran muy vividas. A través de esos momentos escogidos de su vida se fue poniendo de relieve la importancia del amor y la búsqueda del conocimiento. Comprendió cual debía ser el sentido de su vida: seguir aprendiendo cuando regresara. Sólo le asustó enterarse de que no podía terminar su vida terrenal, tenía que volver, tenía que continuar.

Disfrutó con la revisión de su vida, fue agradable y aleccionadora, en unos segundos, la que fuera su vida había desfilado ante él, cobrando un sentido que ni en sueños él pudo jamás imaginar. No pudo continuar. En ese mismo instante desapareció la luz. Esa misma luz que le hizo volver a la vida para apagarse después, aunque siempre le acompañaría.

Marín Hontoria

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