LOS FANTASMAS DEL AYER


 A los 32 años, había alcanzado mis mayores objetivos: finalizar la carrera de Económicas con buena nota, conseguir un buen empleo en un banco importante de mi ciudad, comprar un piso en inmejorables condiciones y tener una excelente relación con mis padres. Además, estaba casado con mi mejor amiga, la mejor hija y la mejor amante. Sin embargo, a pesar de estos logros, seguía preocupándome en exceso por los problemas cotidianos, especialmente los relacionados con mi trabajo.

Aunque parecía que lo tenía todo, sentía que me faltaba algo para alcanzar la felicidad plena. En este contexto, llegó a la oficina un nuevo empleado llamado Ernesto, cuya integración en el equipo me fue asignada. Pronto congeniamos, ya que Ernesto era una persona tranquila pero resolutiva. Después de unos meses de amistad, me confesó que formaba parte de un grupo que practicaba la respiración consciente y la meditación diaria. Me invitó a un curso introductorio sobre estas técnicas, y decidí asistir.

De joven, la música de los Beatles me hacía soñar y bailar, y a través de ellos conocí al gurú indio Maharishi y su meditación trascendental. Ese recuerdo despertó mi interés por el curso que iba a impartir Ernesto.

Al principio, no noté grandes cambios, pero con el tiempo, la práctica de la meditación comenzó a mejorar mi estado de ánimo. Pasaron unos meses y, con gran entusiasmo, Ernesto me propuso asistir a un nuevo curso con su maestro. Este curso duraría todo un fin de semana e incluiría una iniciación a un estado de conciencia superior. Asistí y ese fue el inicio del despertar de otros sentidos.

Ese verano, fuimos de vacaciones a un pequeño pueblo de montaña y alquilamos una antigua casa. Estaba limpia y ordenada. Después de recorrer el pueblo y sus alrededores, planificamos salidas a pueblos cercanos de interés cultural y gastronómico. Tras una cena frugal, cansados, nos fuimos a la cama. Dormimos bien, aunque soñé con vivir en esa casa muchos años atrás.

La noche siguiente, mi esposa Irene me despertó asustada para que la acompañara al baño, aunque no creía en fantasmas había visto unas sombras en la oscuridad del pasillo y no se atrevió a dar un paso más. La acompañé sin que viéramos nada anormal. Al rato, me sentí raro, con frío y una sensación de peso en el pecho. Recordé las técnicas de respiración y tras usarlas, recobré la calma y pude dormir.

Una noche, después de acompañar a Irene al baño, volvieron las sensaciones de pesadez y agobio. Fui al comedor a meditar y vi de forma difusa a una pareja de ancianos que me decían que no podíamos ocupar su casa. Les expliqué telepáticamente que la Sra. Ramona nos la había alquilado, lo que los sorprendió. Él le dijo a ella: "Esta hija tuya no solo nos ignora sino que además alquila nuestra casa a extraños". No sé de dónde saqué el valor para decirles que no se preocuparan, que nos trasladaríamos a otra habitación, cuidaríamos su casa y si no les importaba la podíamos compartir en paz. Desde entonces, no hubo más apariciones ni sensaciones extrañas.

Otra vez, en una reunión, conocí a una señora y al darle la mano sentí una tristeza inmensa. Algo en mi interior me empujó a abrazarla y, sin poderlo evitar, lleno de un profundo amor, le dije: “Tienes un hermano que murió en un accidente de moto. Estabais muy unidos y no has podido recuperarte de su pérdida. Está aquí a tu lado, me dice que sueñas con él y en cierto modo te sientes culpable. Quiere que sepas que está bien, que su muerte estaba programada pues ya cumplió con la misión de su vida y que tú tienes que recuperarte y seguir libre de cargas. Su recuerdo y amor siempre te acompañarán y ayudarán en los momentos difíciles". Entre lágrimas y con otro fuerte abrazo se despidió agradecida.

Estas experiencias me hicieron reflexionar sobre cómo el pasado puede coexistir con el presente de formas que escapan a nuestra comprensión. Los abuelos de la casa simplemente querían ser reconocidos y respetados, y al ofrecerles eso, conseguimos una convivencia pacífica. La hermana necesitaba saber que su hermano estaba bien para seguir con su vida en paz. Son lecciones sobre la importancia de la armonía y el respeto, incluso con lo desconocido. Debemos ser humildes ante lo que no comprendemos, dejar de lado el temor y permitir que el amor y la aceptación sean nuestros guías en el camino espiritual.

Marín Hontoria



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