El último capítulo

 El último capítulo


Isidro llevaba tiempo posponiendo el propósito de revisar su vida y dejar atrás las rutinas que lo consumían. Aunque no era de comprar nuevos dispositivos, aquella tarde de octubre, una pequeña tienda en el mercado de los Encantes de Barcelona, atestada de objetos de segunda mano, lo atrajo como un imán. Al pasar, sus ojos se posaron en una tablet vieja, su pantalla algo agrietada pero con un brillo seductor que le resultaba extraño.

Sin pensarlo mucho, la compró. Al encenderla en casa, lo sorprendió encontrar un archivo abierto en la pantalla de inicio, titulado “Final de novela”. Parecía una aplicación de diario interactivo, sin desarrollador ni versión, como si alguien la hubiera programado solo para él.

Esa noche, después de cenar, Isidro decidió explorar la aplicación. Lo que encontró le causó escalofríos. Cada entrada parecía relatar aspectos de su propia vida, desde los detalles más triviales —la camisa que usó, la comida que prefirió, la música que escuchó— hasta pensamientos y emociones que él mismo había tenido en los últimos días. Al principio, se sintió muy intrigado por lo que creyó una coincidencia absurda, pero al seguir leyendo, la precisión de las entradas lo dejó boquiabierto. La aplicación reflejaba su vida como un espejo y se adentraba incluso en lo que él no se atrevía a reconocer. Parecía que la aplicación lo conociera mejor que él mismo.

A medida que avanzaba, las entradas se volvieron más detalladas y empezaron a sugerirle pequeños cambios. La app no solo describía su vida, sino que le proponía retos: visitar lugares que siempre postergaba, reconectar con viejos amigos, estudiar otro idioma, o simplemente detenerse y observar su entorno con nuevos ojos. Lo desafiaba a tomar decisiones más conscientes, casi como si tuviera un coach o psicólogo en sus manos.

Confundido y algo desconfiado, intentó averiguar de dónde había salido esa app, pero no encontró nada. Tampoco pudo cerrarla; solo le permitía avanzar en las entradas o dejarla en blanco. Decidió seguir leyendo, aunque con cada entrada se volvía más consciente de su dependencia de aquella "guía" extraña, pero valiosa, que le iba mostrando aspectos de sí mismo que permanecían en la sombra. Cada reto completado lo hacía sentirse más libre, más consciente de sí mismo, más empoderado, pero también más atrapado en la idea de que aquella app lo estaba moldeando, guiándolo a un destino que no había decidido por sí mismo.

Al llegar a la entrada final, la app le presentó un mensaje distinto, casi inquietante: “Para continuar, debes escribir tu propio final”. Isidro se quedó en silencio. La frase lo enfrentaba con la verdad de que, pese a las recomendaciones y retos de la app, él era quien tenía el control final sobre su vida. Su futuro no estaba predeterminado; solo él podía decidir si deseaba un cambio real.

Con manos temblorosas, escribió las primeras palabras: “Hoy decido dejar este guion que no escribí y crear el mío propio.” Se sintió ligero, como si el simple acto de escribir fuera una declaración de libertad. Después de terminar, miró la tablet, ahora con la pantalla oscura, y sintió que el ciclo se había completado.

A la mañana siguiente, salió con una renovada vitalidad. Al pasar por un parque, dejó la tablet en un banco, con la esperanza de que alguien más pudiera encontrar en ella un impulso para cambiar su vida. Isidro se alejó agradecido, con las lecciones aprendidas, sin la necesidad de un guion, dispuesto a dejarse sorprender por la vida. Cada paso que diera a partir de ahora sería más consciente y verdaderamente suyo, mientras sus ojos, con una mirada renovada, reflejaban la paz de quien, finalmente, había despertado.

Marín Hontoria

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