La noche era un pozo oscuro, sin fondo, donde las sombras susurraban y el aire se volvía irrespirable. Isidro intentaba liberarse, pero aquella sensación angustiante y opresiva lo mantenía atrapado. La respiración le pesaba en el pecho, y en su rostro se dibujaba un cansancio desconocido. Sentía que algo, más allá de lo visible, lo había invadido. Era una presencia que, conectando con sus miedos, había encontrado en él un refugio y una fuente de energía que no quería abandonar.
Montse, su amiga esotérica, comprendió lo que sucedía y acudió en su ayuda. Le pidió preparar un pequeño altar en la habitación más tranquila de la casa. Allí colocaron la imagen de un ser de luz, símbolo de protección y guía, junto a un incienso cuyo aroma llenó el aire con un manto de calma. En el centro, una vela cuya llama no solo prometía luz: prometía esperanza.
—Nos enfrentaremos a esto juntos, pero debes estar preparado. Esto no es solo una lucha externa, Isidro. La presencia se alimenta de lo que temes y de lo que no comprendes en ti mismo.
Ambos se sentaron frente al altar. Montse, con voz suave, lo guio en una meditación:
—Imagina una poderosa luz que ilumina cada rincón de tu ser y rodeándote, un escudo brillante que no deja entrar lo oscuro. Acepta tus miedos, pero no les des poder. Invoca a tus guiás y protectores para que nos ayuden.
El aire en la habitación comenzó a espesarse. Dentro de su mente, Isidro vio rostros y escenas olvidadas: la vergüenza de un error infantil, el miedo a no ser suficiente, una soledad antigua que no lograba nombrar. Cada imagen era un ancla, y la presencia tiraba de ellas para hundirlo más. La vela tembló, parpadeando como si un viento invisible intentara apagarla.
—¡No luches contra ella! —insistió Montse—. No es enemiga ni amiga, solo está perdida y encuentra en ti un espejo en el que se ve reflejada. Pero su lugar no está en ti, ni en esta dimensión. Devuélvela a la luz.
La resistencia fue feroz. La llama de la vela se inclinaba una y otra vez, amenazando con extinguirse. El rostro de Isidro se crispaba de dolor mientras sentía cómo la entidad absorbía su energía, aferrándose a él con desesperación.
En un momento de claridad, Isidro invocó con fuerza una imagen mental de paz y liberación. Visualizó al ser de luz extendiendo sus manos hacia la presencia, invitándola a ascender. La vela chasqueó. La llama se alargó, tembló… y luego estalló en un resplandor dorado, como si trazara un sendero invisible hacia el más allá.
No fue suficiente. La presencia volvió a manifestarse, aún más aferrada. Isidro y Montse comprendieron que aquello no terminaría en un solo intento. La batalla continuó durante horas, con pausas para recuperar el aliento. Cada vez que reanudaban, el altar se convertía en un campo de lucha entre la oscuridad y la luz.
Finalmente, con un último esfuerzo conjunto, lograron que la presencia soltara su agarre. La vela emitió un chasquido seco y la llama, con un brillo inesperado, pareció fundirse en el aire, abriendo un camino invisible hacia un lugar más puro.
Isidro se dejó caer hacia atrás, exhausto. Montse lo ayudó a incorporarse, y juntos salieron al exterior. El cielo, que antes era gris y opresivo, ahora estaba cubierto por un arco iris tan brillante que parecía imposible. Los colores lo llenaron todo, como si el mundo renaciera tras la tormenta.
Isidro lo observó con los ojos llenos de lágrimas. Sentía que no solo había recuperado su energía, sino también una parte de sí mismo que creía perdida.
Montse sonrió, agotada pero serena.
—Míralo bien, Isidro. El arco iris nace cuando la tormenta cede, cuando el sol y la lluvia se encuentran en equilibrio. Así ocurre en nosotros: la luz vence cuando aceptamos nuestras sombras.
Isidro asintió. Había aprendido que hay misterios que deben ser respetados y que la curiosidad sin límites puede abrir puertas difíciles de cerrar.
El arco iris comenzó a desvanecerse, pero en su interior quedó la certeza de que, por fin, había encontrado la paz. Miró al horizonte, comprendiendo algo profundo, y se dijo en voz baja:
—No todo debe ser revelado. A veces, el misterio es la última frontera de la paz.
Marín Hontoria
Comentarios
Esta molt ben escrit i es fluit. Enhorabona!!