martes, 18 de mayo de 2010

INDOLENCIA




Posted: 17 May 2010 02:17 PM PDT
Publicamos este artículo que nos ha enviado el periodista Juan Manuel Vidal.

Compartir reflexiones es más necesario que nunca en los momentos de incertidumbre. Gracias, Juan Manuel por elegirnos.

Desde los tiempos del fordismo se habla de la fabricación en serie, del proceso fabril de producción en cadena, donde una sección está directamente relacionada con otra, de tal manera que una no podrá avanzar hasta que la anterior haya concluido su trabajo y entregado el resultado a la siguiente, a menos que los procesos se independicen, pero entonces dependerán aún así de una sección final de ensamblaje, donde se amontonará el trabajo colectivo. La mejor manera de entenderlo la podemos ver en esa joya del séptimo arte que fue “Tiempos modernos”, crítica de esa revolución productiva basada en las ruedas dentadas de un mecanismo que evidencias que el giro de unas depende del giro del resto y viceversa.

La economía se basa en la interacción de infinitos factores que hacen avanzar a un país en una dirección u otra, según la intensidad, la aceleración, etc., de dicho giro. Volviendo sobre la metáfora del mecanismo dentado, la interacción de unas ruedas sobre otras justifica su evolución o progreso. Por tanto, “sensu contrario”, su inacción justifica que el mecanismo pare por completo. Tal vez algún elemento externo, independiente del conjunto, pueda seguir generando movimiento, lo que evidencia que su capacidad automotriz sea ajena a la totalidad y por tanto, genere fuerza “per se”.

Pero lo que ahora nos ocupa es la matriz del mecanismo. Imaginemos que tal es el gobierno de una nación, con sus cuentas, sus resultados, su balanza de pagos, su PIB e IPC, su índice de paro, su funcionariado, sus empresas públicas, etc, etc. Imaginemos que junto a ella existen otras ruedas no menos relevantes pero más diversas e intercambiables, como son las grandes empresas y los bancos y cajas. Sigamos imaginando que el siguiente nivel lo componen otras muchas ruedas, como son las pequeñas y medianas empresas y los autónomos, que ya no dependen tanto de la rueda matriz, sino más del capital que sale de bancos y cajas; y como último eslabón del proceso motriz, y en directísima relación con el anterior, el ciudadano (del jubilado al niño, pasando por el trabajador y el parado) que son sufridores de la motricidad o inactividad de los anteriores así como mano de obra bruta y por tanto responsable del movimiento de las penúltimas ruedas, las pymes.

Ya hemos imaginado el mecanismo. Vamos ahora a comprobar cómo la introducción de ciertas variables, condiciona la capacidad generadora de movimiento y por tanto de acción del mecanismo que, no olvidemos, es bidireccional e interdependiente. En esta suerte de aplicaciones a la desesperada que ha puesto en marcha el gobierno, ha dado línea de financiación a los bancos, pero éstos, en vez de hacer fluir el capital, han optado por tapar sus propios agujeros. También creyó el infeliz gobierno que dando primero un cheque por valor de 400€ que nadie entendió y 420€ a los parados que quedasen sin cobertura alguna, éstos consumirían, pero tampoco lo hicieron, pues tenían que cubrir necesidades básicas, es decir, tapar agujeros, muchos de ellos “vitales”.

¿Qué ha ocurrido entonces? Que el gobierno ha malgastado dinero con dos decisiones que a la luz de la razón son y parecen descabelladas pues no han dado ningún resultado global ni salvador, sino resultados parciales y temporales, lo cual me recuerda a la parábola del necesitado que pedía para comer y el samaritano allí presente opinaba que era mejor que se le enseñase a pescar que darle de comer, pues así podría surtirse siempre sin depender de manos benefactoras.

En mi opinión, que no es ni mejor ni peor sino una mas entre el millón de voces anónimas, el verdadero motor del gran mecanismo no es otro que las pymes y los autónomos, pues interactúan con la gran empresa y los bancos, y a su vez son los grandes suministradores de empleo para los trabajadores. Esa es la rueda dentada que hace girar todo el mecanismo. Pero el gobierno no parece ser consciente de esta realidad.

A ello hay que unir situaciones de apatía e indolencia por parte de todos, que esperan que el movimiento, la fuerza motriz, sea ajena, externa, y no propia. En verdad parece que hasta ahora el mecanismo giraba perfectamente engrasado por la afluencia constante de capital, pero la explosión de burbujas, ora inmobiliarias, ora hipotecarias, ora bancarias, ora turísticas, etc., y su consiguiente sinergia con el resto de sectores, ha privado de la sustancia oleica necesaria al engranaje, que está empezando a dar muestras de preocupante parálisis, lo cual sería dramático de confirmarse, pues ya no habría parches, dado que la herida sería irreparable.

Estamos delante de un enfermo que presenta una sintomatología muy grave y que ha evolucionado de forma muy negativa pues las medidas aplicadas, como decía anteriormente, han sido superfluas por no decir absurdas. Así las cosas, este enfermo nada imaginario, como así lo creía o nos quería hacer creer el gobierno en curso, está dando muestras de gravísimo riesgo y ya solo la amputación traumática parcial de la sección afectada podría si cabe frenar el tumor que está corroyéndole por dentro. Como quiera que el doctor gubernamental, que es el garante de nuestra salud económica, ha ido aplazando medidas decisivas por mor de no parecer frágil, cada vez va teniendo menos alternativas pero más dramáticas y sus futuros movimientos van siendo más limitados y desesperados pues el crono avanza en contra del “enfermo”.

Por eso su actuación deberá ser más contundente si al menos desea conservar el prestigio como “cirujano” de la política. Ello conlleva sacrificios que en plenas facultades de salud probablemente no aplicaría, por eso se habla de “medidas excepcionales para momentos extraordinarios”. Andarse con “medias tintas”, con miedo al qué dirán, a ser juzgado por no parecer lo suficientemente sensible, social y/o socialista, parece evidenciar la inseguridad del galeno a la hora de sajar al defenestrado paciente. Pero el mal avanza y la metástasis de la crisis, retroceso, estanflación, o como se defina la fase en la que estamos, son avisos de mal, muy mal augurio.

Cierto es que el paciente no morirá, pero su recuperación se aplaza de manera indirectamente proporcional a la aplicación urgente de medidas taxativas, sólo que el matasanos también sufrirá idéntica suerte y saldrá airoso si le recupera pronto y dañado si le deja abandonado a su suerte.

Tal vez la propalación de la Gripe A sea paradigmática y pueda tomarse como referencia del estado de nuestra economía: no dispara la mortalidad pero sí las alertas. El problema añadido es que la presunta alternativa sanitaria no da evidencias de disponer de mejores medios ni capacidad propia como para afrontar el reto de sanar al paciente, sino galenos dudosos entre sus filas que hacen cuestionar su viabilidad.

La evolución queda por tanto al albur del destino, pues no parece haber aún vacuna ni bálsamo que alivie el dolor, ni diagnóstico claro que determine el verdadero estado del enfermo.

Pero abandonemos por un instante la metáfora del paciente tumorado. En plena caída libre del empleo, de perdida de confianza de los consumidores, de ausencia casi total de crédito por cajas y bancos, nos encontramos con un disparatadamente creciente mercado bursátil que parece ajeno a la realidad circundante. Todas las empresas sin excepción aplican ERE´s o expedientes de regulación de empleo y sin embargo algunas cotizadas crecen sin temor al vértigo, pero también sin red, quizá presas de un ansia desmedida previa a la catástrofe. Aquí los exegetas de las finanzas tampoco parecen atisbar las razones, sólo llenan sus bolsillos para cuando vengan peor dadas.

La pregunta es ¿vendrán peor dadas? Todos los seres humanos, perdón, casi todos, pues excluiré al timador Madoff durante 150 años, vivimos atenazados por el tiempo: el que vivimos, el que nos queda, el que deberemos invertir en hacer esto o aquello, pero atados al crono. Y si otrora queríamos saber hasta dónde podíamos caer, ahora los interpretes de la realidad quieren distraernos haciendo que miremos al cuándo nos recuperaremos e incluso los más imaginativos quieren que veamos atisbos de recuperación en forma de “brotes verdes” en medio de la árida estepa, donde no hay forma vegetal ni animal capaz de sobrevivir y donde una centésima de punto positiva se magnifica como un triunfo rotundo y reflejo de un nuevo ciclo.

En verdad hace falta un diagnóstico preciso a fin de aplicar las curas estrictamente necesarias, implicando al interesado en su propia recuperación, no privándole de datos que aletarguen su conciencia por temor a que éste se debilite, tratándole como a un menor incapaz de entender lo que se le dice. Este país es adulto y está inmunizado contra dictaduras, dictablandas, corruptos, fascistas, neoliberales, capitalistas, etc, etc, y como tal ha de tratársele. Pensar que lo mejor es que viva en la inopia sin tener toda la información es minusvalorarle y a la larga reportarle infelicidad, pues genera frustración el hecho de ser menoscabado y encima saberlo a posteriori vía exclusiva periodística.

Quien visite la jungla por primera vez estará mas expuesto a los rigores del entorno y si sufre una mordedura de serpiente, la picadura de un insecto transmisor de enfermedades o consuma sustancias venenosas, lo mejor es que conozca los posibles remedios, no contarle milongas ni darle falsas expectativas.

Ahora el problema parece ser el médico que debe encontrar el diagnóstico y aplicar la terapia: no está interesado en conocer el peritaje de otros expertos, pues cree estar en posesión de la verdad absoluta, si bien negó la enfermedad al principio y ahora en cambio, apabullado por las consecuencias, se emperra en confirmar el alta del paciente aún con claros síntomas de no estar recuperado. Si éste último termina por salir del centro sanitario con la premura que pretende el necio galeno, el riesgo de recaída es manifiesto.

Convendrán conmigo que no hay dos pacientes iguales y por tanto no hay dos diagnósticos, ni dos terapias, ni dos periodos de recuperación idénticas, por más que se empeñen desde la superioridad. De ahí que el paciente inglés, el francés, el alemán, etc., requieran sus respectivos cuidados y tiempos de espera, que no parecen coincidir ni de lejos con los del paciente español, pero las prisas, malas compañeras, por parte del médico por no parecer peor profesional que sus colegas europeos, pueden precipitar la decisión del alta y las medidas a aplicar como, a todas luces, así está ocurriendo.

Tal vez sea necesario plantearse el cambio de turno dentro del mismo equipo o, lo que es más drástico, del propio equipo médico al completo por otro más capacitado, pero el engranaje debe seguir funcionando, porque su parálisis no es un símil, es una identidad con la muerte del sistema. Así que “mejor una vez colorados que ciento amarillos” hasta que iniciemos un nuevo ciclo.

El justificante de que no se precipite por el desagüe de la historia este gobierno inapetente y, por qué no decirlo, incompetente, es la Presidencia de turno de la UE pues, de no ser así, podría ser cuestión de meses que la cuerda se tensase tanto que recomendase el adelanto electoral para el inicio de la primavera de 2010. Pero esta incidencia sólo la retrasará hasta el otoño del mismo año, pues no cuenta con los apoyos necesarios ni para sostener ni para enmendar su inestable situación.

Llegado el caso, los ciudadanos tendremos un encuentro con la responsabilidad y deberemos votar en consecuencia, aunque no sea nuestra opción preferida.

Entre las posibles soluciones más urgentes para salir de la crisis o aminorar sus efectos más perniciosos está reformar el mercado laboral y el sistema de pensiones, liberalizar sectores y contener el gasto público. Pero el principal lubricante, en mi opinión, es la ilusión.

Tenemos capacidad para generar alimentos, bienes y servicios, y capacidad de sacrificio mejor que pura resignación o derrotismo. Se trata de organizar de otro modo el esfuerzo y evitar que cada cual intente remar hacia sus objetivos.

Por ejemplo el negocio de aprender ingles genera actividad educativa, editorial y hostelera… ¿y el español? ¿Cuántos chinos, brasileños o rusos estarían dispuestos a estudiar en Salamanca, Toledo, Jaén o Madrid? Podemos formar directivos en Barcelona, Bilbao, o Valencia. Podemos atraer a quienes busquen sanidad de calidad a precio mas asequible que en EEUU.

Y este país con historia, puede. Puede primero anticipar elecciones y después crear un gobierno de gran coalición; puede reformar la ley electoral; puede adelgazar la administración en todas sus demarcaciones; puede luchar contra el fraude; puede bajar los impuestos de sociedades y subir los gravámenes sobre la actividad especulativa; puede reducir la factura y dependencia energética con una apuesta sincera por energías limpias (la nuclear puede ser limpia o la menos sucia); puede cambiar la economía clientelar y cautiva de las subvenciones por créditos subvencionados destinados a quehaceres generadores de conocimiento e innovación; puede promover cooperativas que repartan sacrificios y beneficios; puede convencer a otros europeos de que adquieran o alquilen a precio razonable las viviendas vacías por las ventajas de vivir en un país culto, amable, desarrollado, donde se puede vivir bien…

Tantas cosas se pueden hacer, pero a todas luces quien parece privado ya de toda capacidad para liderar es aquel que ni dijo toda la verdad cuando la sabía, ni tiene valor para domeñar a los agentes sociales. No sé si realmente será el peor de la democracia, pero ha perdido una ocasión extraordinaria para pasar a la posteridad como ejemplar.

No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa
http://noledigasamimadrequetrabajoenbolsa.blogspot.com/2010/05/indolencia.html

lunes, 17 de mayo de 2010

FUNCIONARIOS



Entrada escrita por Paralelo36 el 15 de Mayo de 2010
Publicada en: Democracia, General

Concha Caballero.

Desde que nuestro admirado Larra hiciese la crónica más amarga de la burocracia española en sus artículos de costumbres, se ha confundido la función pública con la detestable burocracia. La palabra “funcionario” evoca en nuestra mente una mesa de despacho, el papeleo interminable de gestiones agotadoras y el indescifrable lenguaje de una administración decimonónica.

Sin embargo, la inmensa mayoría de los funcionarios públicos no se dedican a las tareas burocráticas. El 45% pertenece a la rama de la docencia; casi el 40%, al sistema sanitario y sólo algo más del 12% se dedica a tareas administrativas.
Sin los funcionarios públicos, las escuelas, institutos, universidades, servicios sanitarios e incluso la investigación tendrían que clausurarse. Es más, si se aplica el plan expresado por la Ministra Salgado para que la tasa de reposición de los servicios públicos se reduzca a uno de cada diez funcionarios, en muy pocos años se produciría un deterioro estremecedor de la educación, la salud y los servicios sociales.

Al contrario de lo que se dice -sin datos y sin reflexión- el número de funcionarios de nuestro país es más bien bajo con respecto a la media Europea e inferior al de países con un estado del bienestar más consolidado como Francia, Noruega, Alemania o Reino Unido. Por lo que respecta a Andalucía, nuestro número de funcionarios públicos por habitante es muy inferior al de otras comunidades: pongamos por caso Madrid. De hecho, Andalucía, con dos millones de habitantes más que esta comunidad, dispone de un número similar de trabajadores en este sector.

Lo que sobran no son funcionarios sino burocracia. Lo que estorba no son empleados públicos sino duplicidad de organismos, mastodontes administrativos, normas de funcionamiento decimonónicas y enchufados a dedo en las empresas públicas y en los ayuntamientos. Porque es justo esto lo que desprestigia a toda una función pública que es, en general, de una gran profesionalidad. De hecho, los técnicos de la administración, el personal sanitario, investigador y docente es apreciado en toda Europa con la mayor consideración.

Viene todo esto a cuento de la reducción salarial para los funcionarios. El Gobierno no ha tenido más valentía e imaginación que ir al granero de los sueldos públicos para reducir el déficit. Había otras fuentes a las que acudir, pero hubiera necesitado mayor decisión e independencia de los poderes económicos. En vez de acometer la reforma financiera, la contribución de los más poderosos y una verdadera reforma de la administración pública, el Gobierno ha decidido que paguen el pato los funcionarios y los jubilados.

En esta reducción salarial hay un trasfondo de demagogia y de desprestigio de la función pública. Indirectamente, el mensaje que se envía a la población es que se trata de sectores privilegiados que, en medio de la crisis, han conservado su salario y su estatus. Sin embargo, los aumentos salariales de la función pública en tiempos de bonanza han estado siempre por debajo del resto de los sectores, han soportado congelaciones salariales y, en los últimos años, apenas han aumentado su nivel adquisitivo.

No me resisto a transcribir la cita final del discurso del presidente del Gobierno que debería figurar en un manual de lógica contradictoria: “Son los mismos que nada han tenido que ver con el origen, el desarrollo y las fases de la crisis. Son, por el contrario, los que han sufrido sus consecuencias. Y son, ahora, los que mayoritariamente deben contribuir a los esfuerzos necesarios para corregir los efectos de la crisis”. Pues precisamente eso es lo que cabrea: que paguen los inocentes y que los culpables aplaudan al Gobierno mientras debaten su próxima prima de beneficios. O como diría Larra “palabras vacías de sentido con que trate el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos”.

El País. 15-05-2010.

http://www.paralelo36.com/funcionarios/

NOTA: En un país de mercaderes siempre gana el mercado.