jueves, 1 de julio de 2010

EL CONOCIMIENTO NO SE PUEDE TRANSFERIR



Imagino que la mayoría de personas que leéis esta columna sabéis conducir un coche. Si hacéis uso de vuestra memoria y os trasladáis a la época en que tuvisteis que aprender a conducir, os daréis cuenta que antes de llegado ese momento, habíais pasado largas horas (y también innumerables kilómetros) sentados en un automóvil, muchas de ellas posiblemente como copilotos. Sin embargo, en el momento que iniciasteis el proceso de aprendizaje y os situasteis en el asiento del conductor, os disteis cuenta que todo ese tiempo transcurrido a bordo de un coche no suponía aporte alguno a vuestra capacidad de conducir. Qué sorprendente resultaba haber visto tantas veces a tus padres maniobrar el coche familiar con facilidad y sin embargo, una vez en los mandos del vehículo y cuando te tocó el turno a ti, debiste reconocer la imposibilidad de sacar siquiera el coche del estacionamiento. En un principio te pudo resultar inesperado pero hoy, te parece evidente que haber empleado años como testigo privilegiado del desempeño de otras personas, no te habilita para realizar las actividades que ellos son capaces de ejecutar. Y la razón es muy simple: el conocimiento no se puede transferir. Mi hijo menor me pidió recientemente que le quitase las ruedas pequeñas de su bicicleta para poder seguir en sus correrías a su hermano mayor. No sólo ha visto muchas veces a otros niños andar en bicicleta y sabe perfectamente qué elementos la componen sino que él mismo lleva ya varios meses manejando la suya. Pero en el momento que le quité las 2 ruedas supletorias, lo primero que hizo (para su asombro) fue… caerse al suelo. Carece del conocimiento necesario para andar sin ruedas que le ayuden y dicho conocimiento, lejos de poder ser transferido, necesita aprenderlo, algo que nadie puede hacer por él.

El hecho de que el conocimiento se pudiese transferir directamente sería posiblemente uno de los principales descubrimientos de la historia y le resolvería a la humanidad una cantidad inimaginable de problemas, empezando por el más importante: la educación. Me encantaría anunciar a voz en grito que es posible transferir conocimiento pero ya va siendo hora de que asumamos la mala noticia. El conocimiento no es un objeto sino que es una estructura neuronal y como tal, no es susceptible de ser transferido a otra persona. Los conocimientos que tiene mi hijo mayor sobre cómo andar en bicicleta, cómo sumar o cómo leer son estructuras neuronales ubicadas en su cerebro, en sus manos, en sus pies, en sus ojos… fruto de un largo esfuerzo y, por más que quisiera, no puede regalárselos a su hermano. La buena noticia es que mi hijo pequeño puede adquirir dichos conocimientos, puede generar sus propias estructuras neuronales, mediante un proceso que resulta capital para tanto para las personas, las organizaciones y los países: Aprender. Tú puedes adquirir cualquier conocimiento que otra persona tenga si sigues un proceso de aprendizaje similar al que ella siguió.
Tener claridad sobre esta evidencia tiene unas consecuencias de incalculable trascendencia. Sin embargo, y para mi sorpresa, nadie parece ser consciente de esta realidad. Durante el discurso anual que el recientemente elegido Presidente de Chile pronunció para todo el país, la educación ocupó un lugar muy destacado. Se pronunciaron frases como “la educación es el principal motor para el desarrollo y la movilidad social… es el gran instrumento para construir el país de las oportunidades. Por eso, la batalla por el desarrollo y contra la pobreza, la vamos a ganar o perder en la sala de clases”. “Porque nuestro sistema educacional -digámoslo con todas sus letras- no da una educación de calidad a todos los estudiantes, y en vez de corregir las desigualdades sociales, muchas veces las perpetúa, traspasándolas de generación en generación. Este, queridos compatriotas, es el verdadero y mayor escándalo de la sociedad chilena, del cual se ha hablado mucho para denunciarlo, pero se ha hecho poco para corregirlo”.
Una vez más, se proclama la educación como un bien superior, como la principal herramienta de desarrollo de los países y de sus ciudadanos. Partiendo de esa base ¿Cómo actúa el sistema educativo para hacerse cargo de ese desafío? Asume que dado que los niños deben adquirir conocimientos, habilidades y actitudes para funcionar en la vida, lo que hay que hacer es organizar todos esos elementos en asignaturas (física, historia, matemáticas, geografía…) y horarios perfectamente estructurados para cada día, hora y minuto del año escolar. En ese modelo, es tarea del profesor enseñar esas asignaturas y del alumno estudiar y aprenderlas y para verificar que las aprendió, hacemos exámenes y ponemos notas. Cuando los alumnos sacan buenas notas (lo que no ocurre casi nunca), todos los estamentos se muestran felices, los padres en primer lugar junto a los políticos, los profesores y por último, los perplejos alumnos. Cuando no es así, hablamos de crisis en la educación, algo que resulta crónico. El primer gran problema de este enfoque es que su punto de partida considera el conocimiento como un OBJETO que se puede trocear en asignaturas, se puede transferir (en un flujo que discurre en un sólo sentido, desde los profesores hacia los alumnos) y se puede medir con números (basta hacer tantos exámenes como sea necesario). Quien más se beneficia de este sinsentido es la universidad que recibe a los alumnos adecuadamente ordenados después de que el colegio hace el “trabajo sucio” de clasificarlos según sus notas. No caemos en la cuenta de que en el colegio se enseña pero no se aprende, tan solo se estudia. No aprendes algo hasta que lo haces repetidamente (escuchar o leer sirven de muy poco). El fenómeno de enseñar es pasivo para un alumno mientras que el de aprender es activo. Hoy leía en un periódico cómo el director de un colegio se quejaba amargamente de que la errónea evaluación (por parte del ministerio) de un examen realizado por alumnos de su institución había afectado el promedio de notas y por tanto el “ranking” del colegio lo que automáticamente llevó a que varios padres, que habían matriculado a sus hijos para el próximo curso, retirasen sus postulaciones. La falacia de creer que el conocimiento se transfiere lleva a cometer la aberración de organizar la educación para que gire alrededor de los exámenes que son el mayor veneno del sistema porque desde ese momento, lo único que importa ya no es aprender sino obtener determinada calificación y peor aún, lo que hacemos es enseñar lo fácil, l o que se puede medir en un examen y no lo verdaderamente importante.
La prueba de acceso a la universidad, las diferentes pruebas internacionales (Simce, Pisa, etc) y desde luego, los exámenes cotidianos que se rinden en cada colegio, son un ejemplo más del absurdo imperante: todos esos exámenes son inútiles, no tienen ningún valor, miden cosas irrelevantes y, lo peor de todo, parten de la base de que el conocimiento es un objeto. El emperador no sólo está desnudo, sino que en su obcecación por desnudarnos a todos, nos está perjudicando gravemente y nadie es capaz de denunciarlo. Os recomiendo que leáis la transcripción de esta conferencia en la que Jeff Jarvis llama al SAT (examen de acceso a la universidad que se rinde en EEUU) por su nombre.
En las empresas no pueden sino ocurrir cosas similares e incluso agravadas. Todas las organizaciones son verdaderos yacimientos de conocimiento, están sentadas sobre montañas de know how que les permiten obtener resultados. Cuando formulas la pregunta, ¿dónde está el conocimiento en esta empresa?, la respuesta es siempre la misma: En las cabezas de sus empleados. La tentación entonces es inmediata: Dado que el conocimiento es un objeto susceptible de ser explicitado y almacenado, basta que los mismos empleados lo pongan por escrito (en manuales, procedimientos, sistemas, procesos…), lo organizamos en bases de datos (o en la intranet) y se acabó el problema. Pero en realidad, es justo a partir de ese momento cuando comienza el problema. La cruda realidad insiste tercamente en demostrarnos a diario que cuando el conocimiento se explicita en documentos, se convierte en información y que las personas, no sólo somos todavía muy poco diestras en la documentación de procesos y en la organización y búsqueda de información sino que, cuando por suerte encontramos lo que necesitábamos, tenemos graves problemas para aplicarlo para el problema que queríamos resolver. Muchas instituciones reconocen en privado tener graves problemas para que sus colaboradores visiten de vez en cuando la intranet, usen los gestores documentales o participen en las comunidades. La verdad es que no queremos buscar información ni tampoco usar buscadores, no tenemos tiempo que perder. Lo que queremos es encontrar.

Lo que sí se puede almacenar y transferir es la información. Todo conocimiento está compuesto por información. Nuestro cerebro procesa continuamente patrones de información que provienen del exterior mediante los sentidos y nuestra respuesta sólo será conocimiento si lleva consigo aparejada una acción, si es verificable. El conocimiento sólo existe si se aplica. Cómo reza un proverbio hindú “A los ignorantes los aventajan los que leen libros. A éstos, los que retienen lo leído. A éstos, los que comprenden lo leído. A éstos, los que ponen manos a la obra". Un pendrive que contenga todos los libros escritos por el ser humano desde el inicio de los tiempos no contiene conocimiento por sí solo. Por eso es necesario no confundir los términos: el proceso por el que la información se convierte en conocimiento se llama aprender y ocurre en el cerebro. El mecanismo por el que se te habilita oficialmente para conducir un coche está bastante estandarizado en todos los países. Para obtener el carnet de conducir debes realizar 2 exámenes: Uno bastante prescindible, el teórico, que se supone te enseña a interpretar las señales y demás elementos del tráfico. Y otro ineludible, el práctico, cuyo objetivo es cerciorarse de que tienes el suficiente conocimiento antes de salir a manejar a tu libre albedrio por la ciudad. Obviamente, este último examen no tiene lugar en un aula con un lápiz en la mano, tampoco es un test de respuesta múltiple ni importa mucho que le expliques al examinador si “debes o no ceder el paso a otro vehículo al entrar en una glorieta en la que no hay señal que regule la preferencia de paso”. Lo que debes demostrar es si sabes desenvolverte adecuadamente en un contexto idéntico al que te espera cuando conduzcas sin el auxilio de nadie. Perfectamente podrías responder de forma correcta todas las preguntas en el examen teórico (haber memorizado toda la información del código de circulación) y no tener absolutamente ni idea de cómo conducir un automóvil. Es más, la mejor manera de aprender la teoría es sentado al volante del coche que es como realmente las vas a enfrentar… No importa cuanta información acumules, importa cuánto conocimiento puedes demostrar. Ocurre que mientras no demuestres suficiente conocimiento para conducir, sin importar cuanta teoría sepas, ningún país puede arriesgarse a poner en manos de sus ciudadanos un dispositivo tan complejo y peligroso como un coche. Es curioso resaltar que cuando realmente nos importa asegurarnos que las personas aprendan adecuadamente (por lo peligrosas que puedan resultar las consecuencias), no vacilamos en usar el mejor método: Aprender haciendo. ¿Por qué no ocurre lo mismo con el resto de ámbitos de la educación del ser humano? Uno de los grandes errores que comete la formación a nivel empresarial es considerar el conocimiento como un objeto transferible de forma directa por un experto que lo imparte a lo largo de un curso y que, en la mayoría de ocasiones, ni entiende de procesos de aprendizaje ni siquiera sabe lo que sabe (no olvidemos que el conocimiento es inconsciente) y que por tanto solo puede explicar “teoría”.

Hace aproximadamente 1 mes tuve la fortuna de participar en un evento de gestión del conocimiento celebrado en Sao Paulo. Al ser la primera ocasión en que visitaba la ciudad, la opción de transporte para desplazarse entre el hotel y el auditórium sede de las conferencias se reducía prácticamente al taxi. Sin embargo, junto con varios extranjeros más, decidimos arriesgarnos a atravesar la metrópoli a bordo de un coche equipado con un GPS. Evidentemente, contábamos con el conocimiento sobre cómo conducir un automóvil pero carecíamos del conocimiento sobre cómo movernos por Sao Paulo. Este déficit lo suplimos con bastante facilidad haciendo caso, al pie de la letra, de las instrucciones del GPS. Podría decirse que el conocimiento de la ciudad lo tenía el GPS y que por más que nos fuese entregando indicaciones muy precisas sobre qué debíamos hacer, no nos estaba transfiriendo conocimiento por 2 razones: La primera es que sin conocimiento sobre cómo conducir, la información entregada por el GPS es inútil. La segunda es que para poder navegar por Sao Paulo sin GPS, necesitaríamos un proceso de aprendizaje que posiblemente tomaría varios años. En uno de los recorridos, surgió la discusión sobre qué ocurrirá en el momento en que el GPS no sólo transmita instrucciones sino que también sea capaz de manipular el volante, el acelerador y el freno para de esa forma poder guiar el vehículo sin necesidad de intervención humana. ¿Tendrá en ese momento conocimiento el GPS? Uno de los pasajeros, ex responsable del programa de Gestión del Conocimiento de la Armada de EEUU sostenía que el GPS tendrá conocimiento sobre cómo conducir aunque no sepa cómo lo hace. Hacia este escenario transitan las iniciativas relacionadas con la automatización. No cabe duda que si ejecutas tareas que son susceptibles de ser realizadas por máquinas, tarde o temprano así sucederá. Si YouTube te sustituye como profesor, significa que el valor que agregabas era nulo.

El conocimiento no se puede transferir, por eso aprender es tan importante y por eso, la forma que escojamos para que las personas aprendan tiene tanta importancia porque no todos los métodos son iguales ni dan los mismos resultados. En otra columna profundizaremos sobre el camino más sensato que consiste, no en almacenar “conocimiento” sino facilitar el intercambio y la colaboración entre personas y sobre todo las oportunidades de aprender. Un amigo me envió en cierta ocasión, la receta de un postre que era su especialidad. Si nos guiamos por el paradigma imperante, este es un proceso de gestión del conocimiento donde mi amigo es quien sabe cómo hacer ese postre, yo no y él me trasfiere su conocimiento por medio de la receta. ¿Suficiente? ¿Se puede transferir el conocimiento en un documento? ¿En una conversación? Ojala fuese tan simple… La receta sólo es una condición necesaria pero no suficiente, falta el proceso fundamental que consiste en que yo haga el postre a partir de esa receta, que yo aprenda, genere mi propia estructura neuronal y adquiera ese conocimiento. Imagino que el futuro Basque Culinary Center que se está construyendo en San Sebastián, que impartirá el Grado en Ciencias Gastronómicas y Culinarias y que está llamado a ser un referente mundial en su campo, habrá tomado buena nota. Igual que ocurre con el examen de conducir, no importa que sepas muchas recetas, importa que cocines buenos platos o gestiones bien un negocio gastronómico.

Para quienes tengan la posibilidad, les recomiendo acercarse al Expoelearning que se celebrará en Lima entre el 7 y el 9 de julio organizado por Aefol. Allá abordaremos temas relacionados con el conocimiento, el storytelling y los cambios que demanda la educación.

Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl

LA HISTÓRIA DE LAS COSAS



Es interesante conocer un poco mejor la cadena que nos lleva al desastre, quizá así nos conciencemos más de la necesidad de cambiar hábitos.


http://www.youtube.com/watch?v=ykfp1WvVqAY&feature=player_embedded

HOMBRES LOBO



"Será necesario volver a pasar por duras pruebas, antes de comprender de nuevo cuantos peligros provoca a la sociedad el egoísmo individual libre de toda traba y porqué en el pasado se juzgó necesario refrenarlo. La libertad individual ilimitada en las relaciones y transacciones sociales, es una prima concedida a la extorsión, una patente de corso otorgada a los piratas y a los bandidos con derecho de presa sobre aquellos que caen en sus manos ¡Ay de los vencidos! Que los lobos reclamen esa libertad, se comprende; pero que los carneros les hagan coro, sólo demuestra una cosa: ¡que son carneros!" (1875).

Rudolf von Ihering [1818-1892]

EL MÉTODO MONTESSORI



Inicios del método Montessori

La Dra. Montessori, primera mujer médico de Italia, empezó a trabajar con niños considerados mentalmente perturbados alrededor de 1.900, percibiendo que el potencial de estos niños podía ser desarrollado consiguiendo tener una vida mejor. Es entonces cuando decide dedicarse a los niños.

María Montessori creó la primera Casa de los niños en Roma en 1907.
En 1913 hubo un intenso interés por su método en Norteamérica, y con el tiempo se estableció la Sociedad Americana Montessori.
Hoy existen más de 22.000 escuelas Montessori repartidas por todo el mundo.
Bases de la pedagogía Montessori

Con la consigna "aprender haciendo", el niño en clase mete mano a todo. "Si oigo, olvido. Si oigo y veo, recuerdo. Si oigo, veo y hago, aprendo".
El método Montessori se basa en la facilidad que tienen los niños para absorberlo todo, son verdaderas esponjas, aprendiendo muchas cosas de una forma espontánea.

Con este método los niños pueden aprender a leer, escribir, contar y sumar antes de los 6 años.
La Dra. Montessori basó sus ideas en el respeto al niño y a su capacidad para aprenderlo todo. No se debe moldear a los niños, se les debe dar la oportunidad de aprender utilizando la libertad, con lo que se conseguiría que el niño llegase a adulto con la capacidad de hacer frente a los problemas de la vida.

Una de las premisas más importantes de la pedagogía Montessori es que se debe amar y respetar al niño como persona siendo sensibles a sus necesidades.
¿Cómo funciona el método Montessori?

* Los niños son animados a tomar sus propias decisiones.
* Los alumnos participan activamente en el proceso de enseñanza aprendizaje.
* La maestra desempeña un papel sin obstáculos en la actividad del salón
* Los grupos están integrados por niños de diferentes edades.
* Cada niño escoge el trabajo que más le interesa de acuerdo a sus habilidades.
* La enseñanza individualizada y en grupo se adapta a cada estilo de aprendizaje según el alumno.
* La pedagogía Montessori anima a la autodisciplina y a que los niños colaboren y se ayuden mutuamente.
* El alumno se puede mover libremente por el espacio de la clase.
* El niño marca su propio ritmo de aprendizaje.
* No se incita a la competitividad.
* Ayudar a los padres a entender el método y colaborar en el proceso de aprendizaje de los niños.

¿Qué consigue la aplicación de la pedagogía Montessori?

Con este método de trabajo se consigue que los niños aprendan a trabajar independientemente o en grupos. Desde muy pequeños se les ha motivado para que tomen sus propias decisiones, aprendiendo a resolver problemas y a escoger alternativas.
Los niños tienen una gran autoestima y han desarrollado la confianza necesaria para enfrentar los retos que se les puedan presentar.

Elia Arcas

martes, 29 de junio de 2010

EL SELLO DE LOS PADRES ACTUALES ES SU INCONSISTENCIA por Amanda Cespedes



“No hay educación efectiva, si ésta no es afectiva a la vez”, advierte a los desorientados padres actuales Amanda Céspedes. Es tajante. A veces incluso hasta lapidaria en sus aseveraciones acerca de la pérdida de brújula en el rol educativo de los padres y profesores en la actualidad. Pero sus críticas son bienvenidas y hasta reverenciadas por ellos mismos, que agradecen la lucidez y claridad de sus reflexiones, transformándola en todo un fenómeno.

Es que los cientos de niños y jóvenes que han pasado por su consulta en sus más de dos décadas de experiencia terapéutica, junto a sus estudios de especialización en neurosicología infanto-juvenil, le dan autoridad para cuestionar a viva voz, y de un modo imperativo, el rol de los educadores, incluido el de los padres. Acerca de los profesores, no se ha mordido la lengua para decir que son “unos lateros y poco motivadores, que no están a tono con sus tiempos”. Sobre los padres, ya verá usted todo lo que dice aquí, que no es poco.

Asertiva, pero con un gran sentido didáctico, sus juicios pueden tener efectos de movimiento telúrico. “Un adolescente es una especie de receta de cocción lenta. Uno cocina un adolescente durante 15 años y él va a ser lo que uno empezó a guisar 15 años atrás”.

– “Niños con pataletas, adolescentes desafiantes”, fue algo que anunciaba en su anterior libro. ¿Qué factores paternos han conducido a este escenario?

–La educación emocional de niños y adolescentes debe mirarse como una trayectoria similar a lo que pudiera ser la educación escolar: educación especial, de los 0 a los 7 años; educación final de los 7 a los 15 años; y, finalmente, lanzar al joven al mundo, de los 15 en adelante, etapa en la que el adolescente debiera ser ya capaz de tomar sus propias decisiones y hacerse cargo responsablemente de sí mismo. Es que la educación emocional de los chicos es bastante más breve de lo que los padres creen. De los 15 en adelante, guste o no, los adolescentes empiezan a tener una toma de decisiones que es muy amplia. Y para hacerlo en forma responsable necesitan haber sido muy bien formados en los primeros 15 años. Es imposible pretender que a los 15 años yo le voy a enseñar a un chico cómo cuidarse y guiarse.

–El escenario educativo en los hogares no ha sido ese precisamente.

–Estamos ante un escenario de mucha improvisación. Diría que el sello de los papás hoy día es la inconsistencia en educar, más que permisividad. Yo a eso le llamo una cierta bipolaridad en la educación, porque son permisivos hasta que se exasperan o se asustan. Y una vez que eso sucede pasan a ser autoritarios, restrictivos y castigadores. Así todo va mal.

–¿Y a qué se debe esta inconsistencia paterna y materna?

–A varios los factores. Desean que sus hijos tengan más autonomía, pero mal entendida, porque un niño, por ejemplo a los 9 años, debe tener una autonomía dirigida y no total: eso de “haz lo que quieras” o “decide tú” no funciona. Otro factor es el poco tiempo que los padres pasan en casa: no quieren hacerse mala sangre, desean estar bien el poco rato que están con sus hijos y les permiten más de la cuenta. Y, en tercer lugar, influye notoriamente el que los padres están proclives a dejarse llevar más por la sicología que por la sensatez. Y están equivocados. Especialmente a los de 40 a 45 años se los convenció (desde la sicología) de que no había nada peor que frustrar a los hijos, pues favorecía las depresiones y cuadros de ansiedad. Es una generación de padres que empezó muy temprano a conceder a sus hijos para evitarles las frustraciones y éste es el resultado: jóvenes desafiantes.

–Causa de que hoy tengamos una generación de adolescentes intolerantes a la frustración, cortoplacistas.

–Justamente. Es una generación que no es capaz de posponer una gratificación por un bien mayor. Sobre todo si ese aspecto positivo va a venir a mediano plazo. Se refleja, por ejemplo, en adolescentes a los que el papá les dice: “Voy a hacer un esfuerzo por mandarte a estudiar al extranjero, pero si me haces un curso intensivo de inglés en el verano”. Y el joven le responde: “¡Ah, no! ¿Y qué va a pasar con mis vacaciones, cómo se te ocurre. Cómo vas a ser tan mala gente de no mandarme a intercambio”. Ellos quieren todo de inmediato. Son chicos a los que les cuesta muchísimo proyectarse a algo bueno en un horizonte más lejano.

–¿Hay que frustrar para educar?

–Sí, hay que frustrar y a los padres eso les asusta.

–¿No sirve que los padres se instruyan en los aportes de la sicología?

–El conocimiento para educar hijos es un tercio de la tarea de los padres, pero la intuición, el sentido común y el amor hacen los dos tercios restantes. El conocimiento que necesitan es muy básico: es simplemente pensar qué vino a hacer mi hijo al mundo a la edad que tiene, cuáles son las tareas a cumplir y cómo lo voy a acompañar. Pero el sentido común y el cariño hacen la diferencia.

–¿Y hasta dónde controlarlos?

–El control directo sobre el adolescente es nefasto. Siempre digo que los adolescentes son como submarinos muy modernos, silenciosos, que no se van a detectar con ningún radar. Mientras más guardacostas haya, más se van a sumergir. Entonces intentar controlarlos metiéndose a ver con quién chatea, haciéndose amigo virtual de sus hijos con otra identidad o metiéndose en su diario de vida, no va a dar resultado. Lo que sí da resultado es la confianza recíproca; y eso se trabaja desde muy pequeño. Es imposible pedirle recién cuando es adolescente que confíe en mí.

A continuación, invitamos a Amanda Céspedes a abordar paso a paso diferentes coyunturas y problemas que padres e hijos adolescentes enfrentan hoy: cómo ejercer esa guía emocional, ese sello distinto que ella tanto evoca como imprescindible para marcar la diferencia, siendo afectivos en la crianza.

INTERNET Y REDES SOCIALES
“¿Qué hace que un joven busque su metro cuadrado en forma desesperada, aislándose mediante internet? La incomunicación o el mal clima en el hogar puede ser la causa. A veces evitan estar con los adultos porque saben que lo van a pasar mal: les van a hablar de cosas ingratas, van a sentirse enjuiciados. Muchos padres tienden a aprovechar los espacios de comunicación para educar desesperadamente, mientras han estado concediendo de manera desmedida durante mucho tiempo. En las familias acogedoras, donde se conversa de todo, los chicos no están tanto en internet. Un segundo problema es la autoestima: si los jóvenes no han recibido reconocimiento, van a buscarlo de manera externa, exponiéndose en la red, poniendo su foto y datos allí. Respecto del tiempo de uso, hay que acotar las horas frente a los computadores y no es aconsejable que tengan equipos en los dormitorios hasta pasados los 15 años”.

NUEVO ENVASE PARA EL AFECTO
“En la adolescencia los padres pasamos a un segundo plano y el respeto es un poquito velado. Los amigos pasan a tener una importancia fundamental. ¿Cómo mantener y preservar una buena relación afectiva? Variándola: uno le tiene que dar otro envase al afecto. Por ejemplo, instaurar salir a comer una vez al mes; caminar o hacer deportes juntos y después pasar a comer un helado y conversar. Y ahí insisto mucho en que los padres deben aprender la comunicación afectiva con sus hijos, que es fundamental. Hay que enriquecerla y hacerla más cercana. Tiene que ser horizontal, pero al mismo tiempo basada en la autoridad, porque ellos nos siguen viendo como autoridad”.

BUENAS RAZONES PARA RESGUARDAR EL SUEÑO
“Hay una relación muy directa entre la deuda crónica de sueño y experimentar alteraciones en la regulación de la insulina y el colesterol, lo que a su vez favorece la depresión. Entonces, si no cuidamos que los adolescentes duerman lo necesario y bien, estamos favoreciendo ciertas patologías. Necesitan dormir ocho horas y de noche. Los padres están perdidos en este tema: en vacaciones de verano, por ejemplo, está pasando que los chicos no tienen idea de que estuvieron en la playa, porque la visitaron a las dos de la mañana para trasnochar y en el día estaban durmiendo, el veraneo se transforma en un modelo de mala vida”.

ALCOHOL Y DROGAS
“Cuando me plantean el tema, digo: hasta los 15 años los chicos no deben beber. ¿La razón? Entre los 13 y los 15 años se están formando, de manera muy acelerada, millones de nuevas conexiones cerebrales, especialmente en la corteza cerebral. Éstas se ponen en marcha coincidiendo con la pubertad, comandadas por las hormonas. El alcohol es un neurotóxico y dependiendo del tipo de alcohol que el adolescente beba es el grado de toxicidad que va a sufrir. El alcohol, así, va a ser equivalente a la tijera de un jardinero: corta e interrumpe conexiones cerebrales fundamentales para el aprendizaje intelectual y para la inteligencia emocional. Daña, muchas veces irreversiblemente, la arquitectura cerebral que en ese momento se está construyendo. Con este aprendizaje previo, desde los 16 años el beber debe ser una opción. No la de los padres, bajo amenaza, que les digan `pobre de ti que te vea bebiendo´. La idea es educarlos para que cuando vayan a beber puedan hacer una buena opción. Decirles: `Si vas a beber, con una cerveza tienes suficiente. Uno bebe para hacer vinculaciones sociales y con un vaso de cerveza de más puedes estar dos horas´. Y sobre el abuso de alcohol y drogas, si hay un factor de inmunidad, ese es el afecto, la valoración y la comunicación emocional.

AGRESIVIDAD, ¿QUÉ HACER CON ELLA?
“Cuando un adolescente se pone agresivo, tenemos que pensar que está viviendo una situación límite, pero subjetiva. ¿Está demasiado ansioso o irritable? Si es así, es porque está sometido a un estrés excesivo. No es conveniente detenerlo con la misma violencia, amenazándolo con quitarle algún beneficio, pues se entra en un juego peligrosísimo de poder. Conviene, en cambio, decirle al hijo: `No es normal estar agresivo, ¿qué te está pasando?´. Y conversar para buscar soluciones”.

SEXUALIDAD
“La actitud de los padres frente a la sexualidad adolescente está en relación con su sistema de creencias. Es imposible dictar una regla. Otro tema es la sexualidad adolescente en sí, que es real y hay que hacerse cargo de ella. El sexo es el mejor ansiolítico, antidepresivo y vitamina que existe, es la actividad humana que libera más endorfinas. Si los chicos están iniciando una actividad sexual intensa es porque están buscando un ansiolítico o un analgésico. Si es una actividad normal, de una o dos veces a la semana, uno debe procurar que sea responsable. Hay muchos jóvenes que están teniendo actividad sexual y son responsables. Lo mejor es conversar con ellos, no tener miedo. Nadie puede pensar que por hablarles de sexo, se les van a abrir los ojos. Tal vez el hijo es casto y no va a tener interés en el sexo. Pero si se trata de hijos muy sensuales, mejor hablarles, porque si no, están corriendo riesgo por estar desinformados”.

MANEJO DE DINERO E INCLUSO TARJETAS
Esta es la primera generación que tiene tanta disponibilidad de dinero, ¿cuál es la justa medida? “La mejor educación en el área del dinero es la de la austeridad. Decirles: `No porque las cosas estén al alcance de la mano, las vas a tener´. Es bueno enseñar a esperar para conseguir algo, para aprender a quererlo: lo que más rápido se obtiene, más pronto se desecha. Y sobre tarjetas de crédito o débito que están dando los padres a los hijos, yo no soy partidaria de que eso suceda hasta los 21 años, cuando tengan la madurez necesaria. La mesada sí, porque es educativa para saber ahorrar, hacer un presupuesto y aprender a distribuir recursos. Para un chico de 15 años, una mesada de tres mil pesos a la semana parece suficiente. En esta sociedad en que hay tanto, da pena decirles que no, pero es muy educativo”.

EXCESOS EN EL USO DE NUEVAS TECNOLOGÍAS
“Me preocupa que a mayor tecnología, hay mayor incomunicación y aledonia (incapacidad de disfrutar). Los adolescentes consumen y cambian hoy la tecnología como si nada, pese a sus altos costos. Con eso están aprendiendo a vivir en lo desechable. Y así como desechan objetos, más tarde van a desechar a las personas”.

Amanda Cespedes