martes, 9 de abril de 2024

EL PODER DE LAS PALABRAS

 

En el tranquilo pueblo de San Miguel nació un niño al que llamaron Miguel Ángel. Desde su llegada al mundo, sorprendió a todos con su belleza y su singularidad. A diferencia de la mayoría de los recién nacidos, Miguel Ángel no lloró; en cambio, recibió el regalo de la vida con una sonrisa radiante que parecía expresar gratitud.

Conforme creció, el aura de serenidad que lo rodeaba no hizo más que intensificarse. Aprendió a caminar y hablar con la misma facilidad con la que un pájaro se desliza por el aire. Sus palabras, aunque escasas, siempre estaban impregnadas de significado.

Cuando llegó el momento de ir a la escuela, Miguel Ángel destacó entre sus compañeros por su aguda capacidad de aprendizaje y su profunda comprensión. En lugar de participar en disputas infantiles, optaba por la conciliación y la resolución pacífica de conflictos. Su voz era como un manantial fresco en medio del desierto, trayendo consuelo y claridad a quienes lo escuchaban.

Con el tiempo, la reputación de Miguel Ángel como un consejero sabio y compasivo se extendió más allá de las fronteras de su pueblo. Personas de otras localidades acudían a él en busca de orientación y consuelo, encontrando en sus palabras una guía certera y un refugio seguro.

Ante la creciente demanda de su sabiduría, Miguel Ángel decidió emprender un viaje por tierras lejanas, llevando consigo el mensaje de esperanza y solidaridad que había compartido en su propia comunidad. A cada paso que daba, sembraba semillas de comprensión y amor, recordando a todos que las palabras tienen el poder de transformar el mundo.

Sin embargo, no todos recibieron con agrado su mensaje de paz y reconciliación. Los líderes religiosos y las autoridades temían su influencia, y comenzaron a difamar su nombre, sembrando dudas y sospechas sobre su verdadera naturaleza.

Los medios de comunicación al servicio de los poderosos empezaron una campaña de difamación que se extendió rápidamente como el fuego en un campo de trigo seco. La situación llegó a su punto crítico cuando un oficial fue enviado por las autoridades para arrestar a Miguel Ángel durante uno de sus encuentros públicos.

Ese día Miguel Ángel disertaba sobre la importancia y el poder de las palabras.

Decía – En la vida hay muchas armas poderosas usadas por el hombre y, sin embargo, para mí, la más poderosa de todas es la palabra. Aunque también es un arma de doble filo como un cuchillo que tan pronto nos permite preparar los alimentos como cortarnos la mano o darnos muerte.

Esa era la ocasión que esperaba el provocador que alzando la voz se dirigió a todos los asistentes:

– Sólo un estúpido como tú puede hacer semejante comentario. Entonces desenvainando su espada y agitándola en el aire, prosiguió: -Ésta sí que es un arma poderosa, y no tus estúpidas palabras, solo un idiota puede creer que las palabras sean un arma más poderosas que mi espada.

Entonces Miguel Ángel, sin perder la calma, mirándole a los ojos, le contestó:

– Es normal que alguien como tú haya hecho ese comentario; es fácil ver que no eres más que un bastardo, un bruto sin ninguna formación, un estúpido, tonto ignorante, chulo y provocador, que todo lo fía a la violencia, el castigo y la represión, un ser sin ningunas luces y un absoluto hijo de perra.

Cuando el oficial escuchó aquellas palabras, su rostro enrojeció y con el cuerpo tenso y la mente fuera de sí, empezó a acercarse al lugar dónde Miguel Ángel estaba.

Entonces de forma inesperada, Miguel Ángel inclinándose humildemente le pidió perdón, le rogó que lo disculpara pues sabía que era un hombre cuyo honor nadie podía poner en duda y que cumplía fielmente con su obligación de guardar el orden. ¿Sabrás perdonar con tu corazón noble a este tonto que en su locura ha podido agraviarte?

Esas palabras, dichas con una vibración tan amorosa llegaron a su corazón y disiparon su ira, olvidando la misión encomendada se paró en seco y le contestó:

-Naturalmente que sí, acepto tus excusas.

En aquel momento Miguel Ángel dijo:

-"Las palabras tienen el poder de herir o sanar, de dividir o unir. Una espada puede infligir daño físico, pero solo las palabras tienen el poder de transformar corazones y mentes".

-Amigo mío, dime: ¿son o no poderosas la palabras?

Con estas palabras, el oficial envainó su espada y se retiró, dejando a Miguel Ángel y a la multitud en paz. En ese momento, todos comprendieron la verdadera fuerza que residía en las palabras de aquel hombre humilde pero sabio, quien con su ejemplo demostró que el poder de la palabra es, en última instancia, el poder de crear un mundo mejor para todos.

El tiempo pasó y, eventualmente, Miguel Ángel perdió su voz y regresó a su hogar, pero su legado perduró en las mentes y corazones de aquellos a quienes tocó con sus palabras. Fue enterrado junto a sus padres en el jardín de su casa, donde las flores que crecieron sobre su tumba recordaban la fragancia de sus enseñanzas, elevando los espíritus y renovando la esperanza en el poder de la palabra.

Desde la antigüedad se ha sabido de la importancia del buen uso de las palabras, ya que con ellas puedes generar estados de ánimo, cambiar pensamientos y usarlas de todas las formas que podrías imaginar para conseguir propósitos. Podemos alegrar el día de otro o amargar la existencia ajena, incluso la nuestra. Es sumamente importante, tener conocimiento de qué se dice y cómo se dice, para usarlo de la manera adecuada y crear la realidad que deseemos.

Un escritor inglés, Robert Burton (1577-1640), ya nos advirtió de que “una palabra hiere más profundamente que una espada”.

Aunque no debemos olvidar que:

Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada. Esopo