domingo, 22 de octubre de 2023

GUERRA Y MIEDO

 



En medio del oscuro y ensordecedor estruendo de las explosiones, un niño de cualquier guerra se encuentra atrapado en un torbellino de miedo y confusión.

Miedo, ojos hinchados y enrojecidos por tantas lágrimas derramadas, una fuente inagotable de dolor y rabia mientras el cielo se llena de estrellas que explotan, y sus luces se expanden en medio de un ensordecedor ruido debido a las detonaciones que no dan tregua. Su pequeño cuerpo tiembla con cada detonación, y sus ojos, llenos de lágrimas, reflejan el horror que lo rodea. El ruido ensordecedor de las bombas que caen y los edificios que se derrumban parece inundar sus oídos, haciéndolo sentir como si el mundo entero estuviera a punto de colapsar.

El cielo, que solía ser un refugio de esperanza, se ha vuelto un techo lleno de amenazas. Cada destello de luz y estruendo lo sumerge aún más en el terror, recordándole que su hogar ya no es un lugar seguro. Sus pequeñas manos buscan desesperadamente refugio en los brazos de sus padres, pero incluso ellos luchan por ocultar su propia ansiedad.

La tierra tiembla y se quiebra, los edificios caen como frutas maduras, exponiendo sus entrañas en la oscuridad de la noche. La escena está poblada de gritos mientras el humo y el fuego iluminan el horror ante la mirada desorbitada de un niño que yace junto a su familia mutilada por la metralla.

El mundo de este niño se desmorona aún más en medio del caos. Ahora, se encuentra completamente solo, perdido en un paisaje desolado de edificios destruidos y escombros humeantes. Sus ojos, llenos de lágrimas, claman al cielo en busca de seguridad y consuelo, pero solo encuentra devastación y un profundo silencio donde antes reinaba la risa y la alegría.

Cuando un nuevo día amanece, las ruinas de lo que una vez fue su hogar muestran sus cicatrices al sol naciente. Los cuerpos sin vida y los lamentos emergen de las profundidades de la tierra. El niño está sucio, con la ropa hecha jirones, sin esperanza, en estado de shock, paralizado. Su boca está seca y su estómago vacío, y es incapaz de escuchar las voces que intentan averiguar quién es, quiénes son sus familiares, en un esfuerzo inútil por devolverlo a la conciencia.

El hambre y la sed son compañeros constantes mientras deambula entre los escombros, buscando cualquier rastro de comida o agua. Su estómago retumba de hambre, y la sequedad en su garganta lo hace sentir desesperado. El niño está atrapado en un ciclo cruel de supervivencia, luchando contra el temor de cada explosión mientras su cuerpo se debilita por la falta de alimentos y bebida.

Las explosiones constantes y el miedo lo han sumido en un estado de agotamiento físico y emocional. Las noches son un tormento de insomnio, con pesadillas que lo atormentan, recordándole la pérdida de sus padres y el horror que ha presenciado. Los días son una lucha constante por encontrar un refugio temporal y una pequeña cantidad de alimento.

A medida que el humo y el polvo llenan el aire cubriéndolo todo, el niño siente la asfixia del miedo y la incertidumbre. En medio de la devastación y el temor constante, este niño se aferra a la esperanza de que algún día, la violencia y el conflicto que lo rodean lleguen a su fin. Anhela la seguridad, el calor de un hogar y la sensación de estar protegido, deseando un mundo donde no tenga que vivir con miedo y donde la niñez pueda ser un tiempo de alegría y sueños. Pero, por ahora, su mundo se reduce a un lugar de pérdida y horror, a los sonidos de la destrucción, mientras la sensación de un abrazo tembloroso que intenta devolverlo a la vida reanima su roto corazón.