EL ASCENSOR DE LOS SUEÑOS
Isidro
era un hombre marcado por el terror. Aquella noche fatídica en el Monte Hacho había
dinamitado su cordura, dejándolo a merced de un enemigo invisible y abrumador:
las cucarachas. Desde entonces, esos repugnantes insectos invadían sus
pensamientos y sus sueños, devorando su tranquilidad y sumergiéndolo en un
oscuro abismo.
En
su soledad, buscó ayuda profesional para enfrentar sus demonios internos.
Terapeutas y psiquiatras trataron de desentrañar las raíces de su fobia en aquella
noche terrorífica que había desatado su angustia. Pero el camino hacia la salud
mental era arduo y sinuoso.
Una
tarde, mientras Isidro deambulaba por las calles con su mirada perdida, se topó
con un letrero luminoso en una tienda que llamó su atención: "DreamElevators"
-Gafas de realidad virtual para liberar tus miedos. Intrigado, entró en el
establecimiento y se encontró con un amable vendedor que le explicó el poder de
las novedosas gafas.
Según
el vendedor, estas gafas de realidad virtual estaban diseñadas para sumergir a
las personas en otra dimensión, un mundo alterno en el que podían enfrentar sus
temores más profundos de manera controlada y segura. Isidro, sintiendo que
aquella podría ser su última esperanza, decidió probarlas, sin imaginar que se
convertirían en una oportunidad para liberarse de las garras de sus pesadillas
más tenebrosas.
El
especialista le informó que al colocarse las gafas y los correspondientes
guantes podría interactuar en el onírico mundo. De entrada, se encontraría en
un lujoso edificio con varios ascensores, debería entrar el que tuviera el
cartel de "DreamElevators" y pulsar el botón del piso de su elección,
los otros tenían fines educativos, divulgativos o recreativos.
Se
colocó las gafas y los guantes y en ese mismo instante se encontró en un
sofisticado salón en el que destacaban cuatro ascensores. Entró en el ascensor
de los sueños y observó que podía elegir entre tres plantas. La primera decía
"Miedo", la segunda "Equilibrio”, y la tercera "Iluminación”.
Isidro eligió el "Miedo" con un nudo en la garganta. Sabía que era el
estado que debía enfrentar, aunque le aterrara hacerlo y con un apretón de
botón, el ascensor cobró vida.
Las
puertas se cerraron y una oscuridad espesa lo envolvió. Cuando se abrieron
nuevamente, Isidro se encontró en una habitación desolada y lúgubre. Las
cucarachas lo rodeaban, retándolo con sus miradas siniestras. Pero esta vez, no
las veía como un enemigo abrumador, sino como un desafío a superar.
Con
valor, Isidro enfrentó a las cucarachas virtuales, recordándose a sí mismo que
eran solo producto de su mente y que a pesar de sus miedos él tenía el poder de
controlarlas. Poco a poco, el campo de batalla en su mente comenzó a
transformarse. La lucha entre la cordura y la locura se volvió más equilibrada,
y su confianza creció con cada cucaracha vencida.
Pasado
un tiempo, mucho más seguro de sí mismo, Isidro se aventuró a explorar el
segundo nivel. En el "Equilibrio", se sumergió en paisajes relajantes
y tranquilos, que le ofrecieron momentos de paz y sosiego junto a una
nueva perspectiva de sí mismo y del mundo que lo rodeaba. Aprendió a convivir
con sus temores y a utilizar la realidad virtual como un recurso terapéutico
para enfrentar sus pesadillas más siniestras.
Aceptó que la lucha
interna entre la cordura y la locura es una parte inherente de la naturaleza
humana, y que lo importante es aprender a equilibrar esos dos aspectos para
vivir una vida plena y significativa.
Pero
la curiosidad por acceder al tercer nivel, "Iluminación”, lo
llevo de nuevo al "DreamElevators".
Isidro sentía una mezcla
de curiosidad y temor. Sabía que este ascensor lo llevaría a un estado mental
profundo y reflexivo, donde podría enfrentar sus pensamientos más íntimos y
encontrar respuestas que tal vez llevaba mucho tiempo buscando.
Con una respiración
profunda, Isidro se colocó las gafas y los guantes. Entró en el ascensor, las
puertas se cerraron lentamente, pulsó el tercer botón y el ascensor comenzó a
ascender en silencio. A medida que subía, Isidro se sintió rodeado por una
energía suave y reconfortante, mientras una música desconocida lo envolvía
elevando su espíritu.
Cuando las puertas se
abrieron nuevamente, Isidro quedó sorprendido por lo que vio. No se encontraba
en un lugar físico, sino en un espacio mental iluminado por destellos de
sabiduría que lo trasladaron a una nueva dimensión de su ser. Era como si su
mente se hubiera abierto a un vasto universo de conocimiento y comprensión.
Todo estaba bien.
Allí, en medio de la
iluminación, Isidro encontró respuestas a preguntas que había llevado durante
mucho tiempo en su interior. Comprendió que sus miedos y sus cucarachas eran
solo manifestaciones de una mente inquieta y atormentada, pero que él tenía el
poder de cambiar esa percepción.
Se dio cuenta de que su
lucha entre la cordura y la locura no era un campo de batalla enemigo, sino una
danza compleja de sus pensamientos y emociones en el camino de su aprendizaje
terrenal. Aceptó que la oscuridad y la luz coexisten dentro de cada ser humano,
y que reconocer ambas facetas era esencial para alcanzar una verdadera armonía
interior.
En medio de la
iluminación, Isidro encontró la paz que tanto anhelaba. Aprendió a abrazar cada
aspecto de sí mismo, incluso sus miedos y sus luchas internas, sin juzgarse ni
castigarse por ellos. Supo que la clave estaba en aceptarse plenamente y en
vivir en el presente, liberándose de las cadenas del pasado y del temor al
futuro.
El tiempo pareció
detenerse en aquel estado de iluminación, pero finalmente, Isidro sabía que
debía regresar a la realidad. Con un último vistazo a su mente iluminada, se
despidió con gratitud y aceptación.
Las puertas del ascensor
se cerraron suavemente, y el viaje de regreso fue diferente. Isidro se sentía
más ligero y sereno. Era plenamente consciente que haber alcanzado un estado iluminado no significaba
estar exento de desafíos o dificultades, pero la sabiduría alcanzada, la mayor
apertura del corazón, la claridad mental, la paz interior y el amor hacia la
vida y a todos los seres, cambiaba profundamente la forma de percibirlos y de
enfrentarlos. En ese momento nació un Hombre Nuevo.
Marín Hontoria